Pensamientos desde mi mecedora

Un poco de por favor, rojazos del demonio…, que estamos casi en Navidad, y en vez de prorrogar seis meses la investigación, por sus chanchullos monetarios, dejadlo en el olvido. Si un rey no puede hacer lo que le salga del sobaco ¿para qué se quiere ser rey?. Vale que tenía dinero oculto en la isla de Jersey, y en Suiza, y en, y en… ¿y qué? Si un día al loco pueblo español le da por proclamar la República ¿qué se va a ir el señor Campechano de su España con una mano delante y la otra detrás? Don Juan Carlos es mucho don Juan Carlos, alguien que jura por Dios, su Dios, pues es muy cristiano, los Principios del Movimiento Fascista de Franco, y jurar significa cumplir y hacer cumplir esas leyes del fascio hispano ¿qué son la escondida de unos cuantos millones de euros, sean mil, o viente mil? Si juró, y puso a su Dios por testigo, y luego cambia de opinión, y donde dije digo, digo Diego y nos trae la Democracia, eso sí, gobernada por el fascismo, no piensen mal... ¿no merece un olvido de sus chanchullos y fidelidades matrimoniales? Porque vuelvo a plantear, ser rey y no tener una, o dos, o veinte cortesanas de lujo a tu alcance ¿de qué te sirve la corona? Dejemos pues a don Juan Carlos que retorne a su España, y debiera ser recibido en el puerto de Barcelona, ¡qué mejor lugar! con toda la parafernalia acostumbrada, para encontrarse con su amigo Jordi Tranquilo, que esto lo arreglo yo con un discursito patriótico.

Cantemos todos al unísono, y muy fuerte, eso de: Vuelve, vuelve a tu hogar, que esta noche es Nochebuena y mañana Navidad…

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El pasado 16 de noviembre, en el auditorio Rafael del Pino de Madrid, ocurrió algo tan extraño, por no decir grave, que la defensa de Carles Puigdemont, Toni Comín, Clara Ponsati y Lluís Puig, ha recusado al juez del Tribunal Supremo español Pablo Llarena.

Llarena recibió un homenaje de la Fundación Villacisneros, una entidad ultranacionalista, con vínculos identitarios con Vox y el PP. En ese acto, representantes de la entidad y algunos invitados, como el ex-vicepresidente del Constitucional Rodríguez Arribas, hicieron declaraciones muy subidas de todo contra el independentismo catalán, llegando a tener tono amenazante. Sin embargo, lo más grave, desde el punto de vista de la necesaria y hasta obligatoria imparcialidad de un magistrado, al menos aparentarlo, es que en primera fila estuvo sentado Ortega Smith, abogado que ejerció la acusación popular en el juicio contra el proceso, la misma causa por la cual Llarena persigue a los exiliados.

Es muy sospechoso la asistencia de Ortega Smith en un lugar privilegiado en el homenaje al juez instructor de la causa de la cual él ha sido parte, parte activa como abogado. El escrito de recusación presentado esta semana no incluye este hecho, a pesar de que sí hace notar muchos otros, como por ejemplo el hecho que Llarena recibió el galardón de manos de los responsables de una fundación que tiene al consejo directivo, por ejemplo, Esperanza Aguirre, Jaime Mayor Oreja, el ex-juez Santiago Milán del Bosch (sobrino del militar golpista, defensor de la familia Franco y simpatizante de Vox) y el eurodiputado de Vox Hermann Tertsch. La vice-presidenta de la fundación es la ex-dirigente del PP María San Gil.

O que fuera glosado en el acto de entrega del galardón por el ex-vicepresidente del Tribunal Constitucional español Ramón Rodríguez Arribas, quien en 2018, en un acto en el Círculo Ecuestre, comparó el independentismo con el nazismo y respondió esto cuando le pidieron si se podía dialogar: “¿Qué padre dialogaría sobre la prostitución de sus hijas?” ¿Quién puede entender estas palabras de un juez constitucionalista? ¿Los jueces no deben ser imparciales?… ¡Toma castaña!

Y todavía más. En el recurso, el abogado Gonzalo Boyer recordaba que esta fundación ya defendía, antes de empezar esta causa penal, el encarcelamiento del presidente Puigdemont. Lo expresaron en varios tuits en Twitter el día 8 de octubre de 2017 y, aquel mismo día, la entidad participó en una manifestación a Madrid en que el grito principal también era “Puigdemont en la prisión”.

Así mismo, en el consejo directivo de la Fundación Villacisneros está la eurodiputada del PP Isabel Benjumea, que participó en la votación del suplicatorio que Llarena envió en el Parlamento Europeo para quitar la inmunidad de Puigdemont, Comín y Ponsatí.

Boyer concluía: “No hay ninguna duda que el magistrado instructor ha comprometido definitivamente su apariencia de imparcialidad: no se puede pretender que, en estas circunstancias, después de la aceptación del denominado Premio Villacisneros, el señor Pablo Llarena pueda conservar ninguna apariencia de imparcialidad para la instrucción de esta causa. Y esto que cuando lo escribía no sabía aun que la acusación popular, Vox por medio de Ortega, estaba en primera fila aplaudiéndole como un loco... ¡Toma castaña”...


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Por intereses de la Corona, en 1975 España se desentendió y dejó desamparados, en manos de Marruecos, a centenares de miles de personas que hasta entonces formaban parte de una provincia española.

En un principio las autoridades españolas habían dado pasos hacia la descolonización del Sáhara Occidental, e incluso se había llegado a anunciar un referéndum para el primer semestre de 1975. Sin embargo Marruecos forzó la paralización de la votación, preguntando a la Corte Internacional de Justicia si algún Estado había ostentado la soberanía del Sáhara Occidental antes de la colonización española.

En aquel momento, y en plena Guerra Fría, la zona era muy inestable. Portugal había vivido la Revolución de los Claveles, el dictador Francisco Franco y su régimen agonizaban, y muchos temían que si el Sáhara Occidental se independizaba ante las pretensiones marroquíes, cayera la monarquía alauíta y se estableciera un régimen revolucionario en Marruecos. También era posible que el nuevo Estado independiente sahariano se aproximara políticamente a Argelia, alineada con la URSS, y que esto le diera acceso a materias primas que podían tener finalidades militares, como el fosfato.

Diego Camacho, entonces presidente del servicio de inteligencia de la embajada española en Rabat, explicó que los EEUU quisieron apuntalar la monarquía de Hassan II, interesándose por el fosfato de la zona, y que Juan Carlos I, como Jefe de Estado interino, se desentendió de los saharianos y, en cambio, maniobró para asegurarse la restauración borbónica.

Los documentos desclasificados de la CIA revelan que el actual rey emérito sabía, por los servicios de inteligencia, que Marruecos planificaba una ocupación pacífica. Aun así, decidió facilitar la entrega del Sáhara Occidental en cambio de ganarse las simpatías de los EEUU y Francia, a los cuales los interesaba esta “solución” en el norte de África. Las transcripciones de las conversaciones hechas por el embajador español en Marruecos van en la misma línea. Por encima de todo, era primordial que las relaciones no se vieran afectadas, de ninguna forma, a causa del Sáhara Occidental. De hecho, dijeron al rey Hassan II que, si se oponían a ceder el territorio, era porque querían mantener las apariencias ante las Naciones Unidas. Sorprende pues, la nula importancia política que tiene España ante ciertas cancillerías extranjeras como consecuencia de su declive, que siempre inclina la cabeza ante sus demandas.

La Corte Internacional de Justicia rehusaba en octubre del 1975 que Marruecos tuviera ninguna soberanía sobre los saharianos y ratificaba el derecho de autodeterminación. Pocos días antes de la Marcha Verde, Juan Carlos hizo un viaje sorpresa a El Aaiún, en teoría para apoyar a las tropas españolas, pero en realidad para apaciguar y controlar el ejército, pieza clave del régimen franquista, y preparar una retirada que los militares consideraban humillante y deshonrosa.

El 6 de noviembre, empezó oficialmente la Marcha Verde, pero Juan Carlos ya había pactado las condiciones con anterioridad. Los ciudadanos marroquíes entrarían solo unos kilómetros y durante unos pocos días, hecho que serviría de pretexto para hacer un giro a la política española. Solo ocho días después, el Estado español acordó con Marruecos y Mauritania poner fin a la presencia española y renunció a ser potencia administradora del Sáhara Occidental. Ni siquiera era un tratado, sino una declaración de principios entre los tres estados. En el texto introductorio de la ley de descolonización, de hecho, se niega que el territorio (siempre considerado como una provincia) hubiera formado nunca parte del Estado español y se desembarazaba de cualquier responsabilidad. Aun así, la ONU, que tiene la autoridad, no ha cambiado nunca el estatus del territorio y no ha retirado nunca la responsabilidad a España. El ministro de la Presidencia español, Antonio Carro, en una intervención en el Congreso, reconocía que la retirada del Sáhara Occidental era causada también “por el deseo de no transferir a la Corona problemas de un potencial contencioso tan importante”.


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España es, sin duda, el pueblo más generoso del mundo. Quizás no haya otro lugar en el que la donación de órganos sea tan enorme, y por su enorme influencia árabe, tan dadivoso a la limosna y la solidaridad. Y, sin embargo, como una de las incongruencias de la condición española, la envidia en él anida de manera conjunta.

Ya Cervantes, en su entremés “El Hospital de los Podridos” nos relata varias muestras de esa envidia tan innata.

Antonio Machado, en “Campos de Castilla” nos relata lo siguiente:

“Los ojos siempre turbios de envidia o tristeza
guarda su presa y llora lo que el vecino alcanza;
ni pasa su infortunio ni goza su riqueza,
le hieren y acongojan fortunas y malandanzas".

En ningún otro lugar podría acuñarse un refrán como este: “Todos envidiamos al que nos lleva un palmo”.

Lo que más llama la atención de esa envidia “nacional” es que para asomarse necesita de muy poco. Es muy frecuente escuchar a alguien que se refiere a otra persona eso de: “Ese tipo siempre anda presumiendo…”, si a quien dice esto se le preguntara “¿Y de qué presume?”, la respuesta, que no se haría esperar, sería más o menos esta: “¿No te has dado cuenta?, presume de mujeres, de guapo, de alto, de…, de…, de…, y si la conversación siguiera, al preguntarle: “¿Acaso te lo ha dicho él?”, recibiríamos esto otro: “No es necesario, ya ves que entra en todas partes avasallando…”. O sea, que para el envidioso, aquel otro anda por la vida convirtiendo en vasallos a los demás. —¿?—. Sin embargo, procuren ser ustedes observadores, y cuando eso escuchen, observen detenidamente a la persona a la que se intenta, por envidia, difamar. Seguro que verán simplemente a un hombre de buen aspecto que entra en un lugar acompañado por una mujer atractiva. Ni más ni menos. La envidia es la que hace soltar expresiones como esas, producto de la frustración, que es otra faceta más de la envidia.

Al envidioso le gustaría ver a los demás sin aspecto atractivo, de andares encorvados, mal vestidos, si escasean de dinero, mejor, y si van acompañados de mujer, que ésta fuese fea y nada atractiva. Entonces la envidia no aflorará, pues él se sentirá triunfante al considerarse mejor que los demás (soberbia).


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