20 de Noviembre en Alacant

20 DE NOVIEMBRE EN ALACANT

Nunca he sido partidario de la pena de muerte, al menos desde que tuve conocimiento de su significado. Por mucho daño que un ser humano haga a otro o a un colectivo, la venganza de éste con la pena máxima, no la justifico, por mucho que se diga ser el placer de los dioses; los humanos no lo somos, afortunadamente. Si ese alguien es un asesino, la sociedad, la ley, la justicia, no puede estar a su mismo nivel.

Viene esto a cuento de que jamás me gustó el saber que a José Antonio Primo de Rivera, por muy fascista que fuera, por muy pistolero que se le reconociera, la vida no se la debió quitar nadie. Y de ese “ajusticiamiento”, aunque más justo que otros ajusticiados en la otra parte de España, donde se les juzgaba sin abogado defensor, pues José Antonio abogado sí era, la pena máxima no debió de existir, pero, sin justificación por mi parte, diré era una etapa en guerra, y en guerra muchos ojos, incluso los más sensatos, se ciegan.

Pero hablaré de ese día en mi juventud, pues a los 18 años me marche de esa España que nunca me gustó. Era el día más triste de mi ciudad. En Alacant no se podía oír música o cantos; las mujeres, que en su mayoría gustan de cantar mientras ejercen su labor, ya en casa o en fábrica alguna, tenían prohibido cantar. Multas hubieron por no obedecer. La emisora local, Radio Alicante, solo emitía música sacra o algún himno falangista que no fuese muy escandaloso. No había cine ni teatro alguno, los niños en las calles no podían jugar si alborotaban. Era festivo pero silencioso, y las calles se llenaban de falangistas, la mayor parte llegados desde el centro de España, con sus camisas azules, sus flechas bordadas, botas paramilitares, gestos de vencedores pues ellos sí podían vocear, y cinturón con pistolón que gustaban de presumir.

Alacant, era para ellos ciudad traidora, y bien que se enseñoreaban. Como ciudad portuaria, cercanos al puerto existían prostíbulos o cabarets que era lo único que el gobierno y la iglesia oficial permitía estar abiertos pero sin orquesta, y allí sí armaban jaleo y se emborrachaban, y desde las puertas miraban a los transeúntes (muy pocos por cierto) para ver cómo se les miraba. Algún apaleamiento hubo. En mi casa no salíamos a la calle nadie para nada, hasta los comercios, mercados, estaban cerrados, aunque en realidad la ciudadanía en general tampoco salía, salvo aquellos obreros de cada fábrica, tienda o comercio, que estaban obligados a llevar una corona al lugar donde se fusiló al líder falangista.

Años más tarde, ese mismo día y en Francia, en casa brindamos con champán (en Francia no encontramos cava) por la muerte del dictador, déspota y cruel asesino llamado Franco.

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Como dicen en Graná: que "mala follá" tienes, "postiguet"!

EL POSTIGUET escribió:

20 DE NOVIEMBRE EN ALACANT

Nunca he sido partidario de la pena de muerte, al menos desde que tuve conocimiento de su significado. Por mucho daño que un ser humano haga a otro o a un colectivo, la venganza de éste con la pena máxima, no la justifico, por mucho que se diga ser el placer de los dioses; los humanos no lo somos, afortunadamente. Si ese alguien es un asesino, la sociedad, la ley, la justicia, no puede estar a su mismo nivel.

Viene esto a cuento de que jamás me gustó el saber que a José Antonio Primo de Rivera, por muy fascista que fuera, por muy pistolero que se le reconociera, la vida no se la debió quitar nadie. Y de ese “ajusticiamiento”, aunque más justo que otros ajusticiados en la otra parte de España, donde se les juzgaba sin abogado defensor, pues José Antonio abogado sí era, la pena máxima no debió de existir, pero, sin justificación por mi parte, diré era una etapa en guerra, y en guerra muchos ojos, incluso los más sensatos, se ciegan.

Pero hablaré de ese día en mi juventud, pues a los 18 años me marche de esa España que nunca me gustó. Era el día más triste de mi ciudad. En Alacant no se podía oír música o cantos; las mujeres, que en su mayoría gustan de cantar mientras ejercen su labor, ya en casa o en fábrica alguna, tenían prohibido cantar. Multas hubieron por no obedecer. La emisora local, Radio Alicante, solo emitía música sacra o algún himno falangista que no fuese muy escandaloso. No había cine ni teatro alguno, los niños en las calles no podían jugar si alborotaban. Era festivo pero silencioso, y las calles se llenaban de falangistas, la mayor parte llegados desde el centro de España, con sus camisas azules, sus flechas bordadas, botas paramilitares, gestos de vencedores pues ellos sí podían vocear, y cinturón con pistolón que gustaban de presumir.

Alacant, era para ellos ciudad traidora, y bien que se enseñoreaban. Como ciudad portuaria, cercanos al puerto existían prostíbulos o cabarets que era lo único que el gobierno y la iglesia oficial permitía estar abiertos pero sin orquesta, y allí sí armaban jaleo y se emborrachaban, y desde las puertas miraban a los transeúntes (muy pocos por cierto) para ver cómo se les miraba. Algún apaleamiento hubo. En mi casa no salíamos a la calle nadie para nada, hasta los comercios, mercados, estaban cerrados, aunque en realidad la ciudadanía en general tampoco salía, salvo aquellos obreros de cada fábrica, tienda o comercio, que estaban obligados a llevar una corona al lugar donde se fusiló al líder falangista.

Años más tarde, ese mismo día y en Francia, en casa brindamos con champán (en Francia no encontramos cava) por la muerte del dictador, déspota y cruel asesino llamado Franco.

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EL POSTIGUET escribió:

20 DE NOVIEMBRE EN ALACANT

Nunca he sido partidario de la pena de muerte, al menos desde que tuve conocimiento de su significado. Por mucho daño que un ser humano haga a otro o a un colectivo, la venganza de éste con la pena máxima, no la justifico, por mucho que se diga ser el placer de los dioses; los humanos no lo somos, afortunadamente. Si ese alguien es un asesino, la sociedad, la ley, la justicia, no puede estar a su mismo nivel.

Viene esto a cuento de que jamás me gustó el saber que a José Antonio Primo de Rivera, por muy fascista que fuera, por muy pistolero que se le reconociera, la vida no se la debió quitar nadie. Y de ese “ajusticiamiento”, aunque más justo que otros ajusticiados en la otra parte de España, donde se les juzgaba sin abogado defensor, pues José Antonio abogado sí era, la pena máxima no debió de existir, pero, sin justificación por mi parte, diré era una etapa en guerra, y en guerra muchos ojos, incluso los más sensatos, se ciegan.

Pero hablaré de ese día en mi juventud, pues a los 18 años me marche de esa España que nunca me gustó. Era el día más triste de mi ciudad. En Alacant no se podía oír música o cantos; las mujeres, que en su mayoría gustan de cantar mientras ejercen su labor, ya en casa o en fábrica alguna, tenían prohibido cantar. Multas hubieron por no obedecer. La emisora local, Radio Alicante, solo emitía música sacra o algún himno falangista que no fuese muy escandaloso. No había cine ni teatro alguno, los niños en las calles no podían jugar si alborotaban. Era festivo pero silencioso, y las calles se llenaban de falangistas, la mayor parte llegados desde el centro de España, con sus camisas azules, sus flechas bordadas, botas paramilitares, gestos de vencedores pues ellos sí podían vocear, y cinturón con pistolón que gustaban de presumir.

Alacant, era para ellos ciudad traidora, y bien que se enseñoreaban. Como ciudad portuaria, cercanos al puerto existían prostíbulos o cabarets que era lo único que el gobierno y la iglesia oficial permitía estar abiertos pero sin orquesta, y allí sí armaban jaleo y se emborrachaban, y desde las puertas miraban a los transeúntes (muy pocos por cierto) para ver cómo se les miraba. Algún apaleamiento hubo. En mi casa no salíamos a la calle nadie para nada, hasta los comercios, mercados, estaban cerrados, aunque en realidad la ciudadanía en general tampoco salía, salvo aquellos obreros de cada fábrica, tienda o comercio, que estaban obligados a llevar una corona al lugar donde se fusiló al líder falangista.

Años más tarde, ese mismo día y en Francia, en casa brindamos con champán (en Francia no encontramos cava) por la muerte del dictador, déspota y cruel asesino llamado Franco.

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Y eso en que año fué?

Porsituquieressaber escribió:

EL POSTIGUET escribió:

20 DE NOVIEMBRE EN ALACANT

Nunca he sido partidario de la pena de muerte, al menos desde que tuve conocimiento de su significado. Por mucho daño que un ser humano haga a otro o a un colectivo, la venganza de éste con la pena máxima, no la justifico, por mucho que se diga ser el placer de los dioses; los humanos no lo somos, afortunadamente. Si ese alguien es un asesino, la sociedad, la ley, la justicia, no puede estar a su mismo nivel.

Viene esto a cuento de que jamás me gustó el saber que a José Antonio Primo de Rivera, por muy fascista que fuera, por muy pistolero que se le reconociera, la vida no se la debió quitar nadie. Y de ese “ajusticiamiento”, aunque más justo que otros ajusticiados en la otra parte de España, donde se les juzgaba sin abogado defensor, pues José Antonio abogado sí era, la pena máxima no debió de existir, pero, sin justificación por mi parte, diré era una etapa en guerra, y en guerra muchos ojos, incluso los más sensatos, se ciegan.

Pero hablaré de ese día en mi juventud, pues a los 18 años me marche de esa España que nunca me gustó. Era el día más triste de mi ciudad. En Alacant no se podía oír música o cantos; las mujeres, que en su mayoría gustan de cantar mientras ejercen su labor, ya en casa o en fábrica alguna, tenían prohibido cantar. Multas hubieron por no obedecer. La emisora local, Radio Alicante, solo emitía música sacra o algún himno falangista que no fuese muy escandaloso. No había cine ni teatro alguno, los niños en las calles no podían jugar si alborotaban. Era festivo pero silencioso, y las calles se llenaban de falangistas, la mayor parte llegados desde el centro de España, con sus camisas azules, sus flechas bordadas, botas paramilitares, gestos de vencedores pues ellos sí podían vocear, y cinturón con pistolón que gustaban de presumir.

Alacant, era para ellos ciudad traidora, y bien que se enseñoreaban. Como ciudad portuaria, cercanos al puerto existían prostíbulos o cabarets que era lo único que el gobierno y la iglesia oficial permitía estar abiertos pero sin orquesta, y allí sí armaban jaleo y se emborrachaban, y desde las puertas miraban a los transeúntes (muy pocos por cierto) para ver cómo se les miraba. Algún apaleamiento hubo. En mi casa no salíamos a la calle nadie para nada, hasta los comercios, mercados, estaban cerrados, aunque en realidad la ciudadanía en general tampoco salía, salvo aquellos obreros de cada fábrica, tienda o comercio, que estaban obligados a llevar una corona al lugar donde se fusiló al líder falangista.

Años más tarde, ese mismo día y en Francia, en casa brindamos con champán (en Francia no encontramos cava) por la muerte del dictador, déspota y cruel asesino llamado Franco.

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Y eso en que año fué?

Eso no ocurrió en un año, ya he dicho que existió desde el 39 hasta los 50 mas o menos, después fue decreciendo, aunque en esos años la fogosidad falangista no era igual acabada la guerra que en los diez o doce años siguientes. Cualquier alicantino mayor lo podrá verificar.

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Disculpe. No había leído lo del 39.