Nada se crea, ni nada se destruye, todo se transforma

Esta máxima la pude comprobar una tarde que esperaba a la primavera sentado en una rambla de mi ruidosa ciudad, pero esta tardaba, y desacostumbrado a estar sentado en un parque como los ociosos jubilados, me distraje en observar al mundo, la vida pasante distracción favorita y de la que siempre hago gala cuando mis ocupaciones me lo permiten.

Era la hora de la salida dl los colegios y los escolares herederos de estos tiempos pasaban cada uno y cada cual con su otro yo en forma de móvil, a los que le hablaban y conversaba, incluso tan metidos en su papel que manoteaban y gritaban en su soledad. Los demás ajenos a su alrededor, y también unidos a máquina de bolsillo, también parecían que se confesaba con aquel artilugio que abundaba entre los grupos de aquellos futuros urbanitas.

Al poco pasaron dos jovencitas, pero estas, y extraordinariamente, llevaban además de sus libros, dos bolsas en sendas manos llenas de aquello que llaman de "gusanitos", ese aperitivo plastificado que se funde en la boca, y que no sacian, pero que como él cicle, entretiene.

Y en sus juegos de manos y bromas una a la otra, y de un manotazo tiro el contenido de una de las bolsas por el suelo, y aquellos pequeños sucedáneos de comida se esparcieron por la limpia avenida, llenándolo todo, y al punto estuve de llamarles la atención, pero me contuve, eran muy crías y en su juvenil alegría no se dieron ni cuenta de como dejaban el suelo, y pensé, ahora los paseantes lo pisaran y esto se pondrá perdido.

Pero no, las aves del cielo, aquellas que cuando le preguntaron a Jesucristo que comerían y beberían si ellas no sembraban ni recolectaba los frutos de la tierra, a lo
que el hijo de Dios le contesto, no temáis porque mi padre cuidara de ellas y no les faltara sustento, y efectivamente, no sé de donde, pero primero apareció una paloma ciudadana, urbana, que están por todas parte, y empezó a picotear por el suelo, y al momento una bandada, si acaso sus compañeras, vinieron a picotear todas a una de forma que al poco el suelo quedo tan limpio como al principio.

Así que aquella materia no se destruiría, sino que entraba forma parte de otra materia y en forma de cuerpo de ave.

Tan buenos los gusanitos.