Comentarios sin malicia

Separatismo

No cabe duda que los términos provincialismo, particularismo, federalismo, regionalismo se podrían clasificar de acuerdo con el grado de libertad que se reivindican o el nivel de autogobierno que se reclama. Pero esto es un problema interno de los catalanes, dado que el Estado español, después de la revolución “La Gloriosa”, los trata igual aplicándoles la palabra “separatismo”, sin distinción de ninguna clase. Esta palabra la encontramos ya en el Sexenio Democrático, y posteriormente durante la Restauración, cuando se habla de la “yedra separatista”. Pero se hará una utilización habitual a partir de 1900, con la dictadura de Primo de Rivera y el franquismo. Recordemos que el Consejo Nacional del Movimiento en 1962 y en 1970, todavía se reúne para luchar contra el separatismo.

El Estado español luchó contra el separatismo con todas las armas posibles, y cuando vio que no lograba sus objetivos lo hizo con armas jurídicas, legislando una ley en contra de las opiniones políticas independentistas, puesta en vigor con una modificación del Código Penal el 1 de enero del año 1900. Sobre este fenómeno, Prat de la Riba (1905) dijo lo siguiente: “Dentro de estas ideas de nación y nacionalidad, algunos colocaron sus anhelos separatistas y de la misma manera que al llegar la hora de las persecuciones fue proscrita por la censura militar y dio lugar a una ley de represión, al entender nuestros gobernantes la palabra en su acepción vulgar y pensar que con ella expresábamos la independencia de Catalunya”

Sobre el separatismo, González Casanova opina: “Mi hipótesis radical es que la opresión castellana y el separatismo catalán son fenómenos surgidos del hecho contradictorio de relaciones que ha existido durante siglos entre catalanes y el resto de los pueblos peninsulares en el entorno de la construcción de un aparato de gobierno de intereses recíprocos”. El mismo González Casanova reconoce que cualquier coyuntura política, pese al nombre utilizado, el objetivo final es obtener la libertad nacional: “El espíritu separatista latía en todas las concepciones catalanistas desde la Primera República y el renacimiento político, pero nada más eran razones de oportunidad y conveniencia las que tendían a disfrazar el separatismo de federalismo y autonomía.

El separatismo en el concepto que los españoles adoptan para definir aquello que inicialmente siempre nombraban “proclamar la rebelión”. Cuando observaron que el interés de los catalanes no eran simplemente rebelarse, la administración española comenzó a utilizar el “separatismo” políticamente hasta llegar a la obsesión del dictador Franco. Precisamente será hacia los años sesenta y setenta que el catalanismo abandona el concepto de separatismo y adopta el de independentismo. Desde el año 1982 el independentismo ya no se pudo criminalizar desde las ringleras unitaristas de Madrid, y cuando se abandonó la “lucha armada”, la palabra “independentismo” entró en una nueva etapa. En esta nueva etapa se promovió el independentismo tranquilo, que con su filosofía pacifista y democrática fue alcanzando gran prestigio político y social.

En este último periodo también se observa  que dentro del movimiento catalanista han aparecido nuevas palabras que identifican el mismo fenómeno y que están dentro de la órbita del independentismo, como soberanismo o autodeterminación. Estas últimas palabras son utilizadas políticamente como sinónimos por los que no quieren identificarse como miembros de los partidos políticos que abiertamente luchan por la independencia política de Catalunya.


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Si examinamos la evolución histórica de la lucha por las libertades nacionales de los catalanes, se puede constatar fácilmente que pese a la situación política impuesta por los poderes políticos hegemónicos como ha sido la coerción, persecución y represión, sigue viva... Las dictaduras militares han sido las herramientas más frecuentes del Gobierno de Madrid para eliminar cualquier reivindicación catalana. Después del Trienio Constitucional se impone la Década Ominosa de Carlomarde (1823-1833); después de la revolución burguesa, se impone  el trienio esparterista y la dictadura de Narváez (1840-1854); después del Bienio Progresista estalla la dictadura de O’Donnell y Narváez (1856-1868) y después del Sexenio Democrático, se implanta la Restauración monárquica con el caciquismo inamovible. En el novecientos las dictaduras de Primo de Rivera y del general Franco también tuvieron como principal objetivo el abatimiento del catalanismo político. Si tenemos en cuenta estas circunstancias, se puede hasta considerar un milagro que la cultura catalana haya ido pasando de una generación a otra pese a la imposibilidad de poder expresarse libremente y no haber tenido nunca en estos tiempos el control del sistema educativo, ni el dominio de los medios de educación, todo ello en manos del centralismo castellanista, o españolista.

Gabriel Maura Gamazo, en 1915, escribió que contra el catalanismo se había hecho servir todas las armas posibles, incluso la dictadura: “La usaron —son palabras suyas— algunos ingleses contra los americanos de la que entonces era colonia del Norte; la siguieron usando contra los irlandeses. La usaron también en toda América muchos españoles hasta la pérdida de Cuba, y, sin dejarla enmohecer la volvieron a usar contra Cataluña […] La autonomía puede ser un ideal perfecto; pero puede ser también el primer grado de una evolución que, a través del nacionalismo, lleve a la independencia” Este texto lo encontramos el 25 de noviembre de 1915 en “La Raza” bajo el título de “La situación del catalanismo”. Y con la actual Constitución y la creación de las Autonomías, fue tanto el terror, que se inventaron las 17 actuales (una sangría insoportable para una nación tan escasa de recursos) "el café para todos era un freno para las reivindicacioes catalanas"

El año 1923 Salvador de Madariaga, en la edición de “El Sol” del 9 de enero, reconoce que contra los catalanes se han aplicado todas las técnicas para dividirlos, para dividirlos territorialmente, dividirlos por ideologías y a través de la cuestión social por clases. Y lo dijo en unos momentos en que no sabía que a los pocos meses llegaría una nueva dictadura. Esta técnica represiva la fueron aplicando hasta la llegada de la II República. Con la dictadura franquista se llegó a pensar que, por fin, la política centralista, castellana y españolista, había conseguido hacer callar a los catalanes para siempre, pero tampoco les salió como esperaban.

Hay quienes piensan, en su escasa imaginación, que las ayudas franquistas a la Catalunya industrial era en bien de ésta… ¡Qué pobreza de entendimiento! Primero Catalunya poseía un engranaje industrial y unos obreros cualificados que salvo allí y en el País Vasco, no encontraría la naciente nueva industria tras la guerra civil en otro lugar de España; segundo, la necesidad de ir solucionando los destrozos ocasionados por fascistas y los nazis alemanes en zonas industriales, y, por último, poder encaminar hacia Catalunya mano de obra barata de las regiones pobres de España (de casi toda España pero preferentemente de Andalucía) con la intención de ir anulando el catalán por medio de la lengua castellana como invasora. Era otra manera de ir contra el alma catalana, meter el gusano dentro de la manzana.

Pese a todo ello, es inútil no reconocer que el movimiento de afirmación catalana es el único que ha tenido Europa ininterrumpidamente durante más de tres siglos, y hoy sigue fuerte y acerado.

(Continuará)

(Continuación)

La reivindicación de los catalanes de sus derechos históricos, aunque se haya hecho en momentos de aparente libertad de imprenta y de expresión, siempre lo manifestaron con miedo, de manera temerosa. El Estado español, incluso en tiempos aparentemente de garantía de los derechos de la persona, se han mantenido siempre vigilantes a los que ostentaban pensamientos políticos que no coincidían con el designio del Gobierno central. Los medios utilizados por el Estado, lo que alguna vez han sido llamados como las cloacas de Estado, han servido para vigilarlos y controlarlos; han pasado de ser los de la época de Mazzarino a los que utilizan actualmente los servicios secretos, con todos los recursos de todo orden que poseen, incluido el económico, como los llamados fondos reservados que no tiene, aparentemente, control. No cabe, pues, la ingenuidad. Incluso en los tiempos en que estaban amparados por los principios constitucionales de libertad de pensamiento, de imprenta y de expresión, los catalanes nacionalistas han sido vigilados escrupulosamente en todo aquello que escribían, expresaban o reivindicaban pacíficamente a favor de sus antiguas libertades nacionales. De hecho, el 20 de abril de 1988, la Dirección de la Seguridad del Estado, que dependía de la Secretaría de Estado para la Seguridad, transmitió una instrucción reservada a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado en la que se ordenaba “poner especial énfasis en la importancia de los servicios de información, particularmente en los movimientos de carácter independentista no violentos”. No es comprensible cómo un Estado de Derecho puede vigilar a las personas por tener unas determinadas ideas políticas “no violentas”, sino pacíficas y democráticas. Esto es totalmente contrario a los principios constitucionales, pero, al parecer, por parte del Estado español los independentistas siempre serán unos enemigos, y no unos ciudadanos como los demás, por lo tanto todo es posible.

Resumiendo. Cuando se analiza el movimiento reivindicativo por las libertades nacionales de Catalunya, no se puede dejar de valorar en función de las estratagemas y de las actuaciones secretas o maquiavélicas que hacen los servicios de espionaje del Estado y del control que éste ejercita desde los medios de comunicación y de cualquier tribuna académica para frenar y evitar que se pueda debatir el tema públicamente y en plena libertad. Se hace extraño que los historiadores profesionales que han estudiado este movimiento de afirmación nacional, nunca, o casi nunca, se haya historiado rigurosamente la persecución hecha por parte de los estamentos dependientes del Gobierno de Madrid.

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