Al rey de España Alfonso XIII le salió el tiro por la culata

Al rey de España Alfonso XIII le salió el tiro por la culata

Con la excusa de evitar una guerra civil que estalló cinco años después, el monarca huyó de España en abril de 1923. Bien pudo haberse quedado entonces para defender el resultado electoral en las grandes circunscripciones monárquicas, pero en lugar de eso abandonó España —¿por miedo?— dejando solos en Palacio a su esposa la reina Victoria Eugenia y a sus seis hijos, el mayor de los cuales yacía en cama enfermo de hemofilia. Ejemplo de buen esposo y buen padre sí que dio...

Exiliado por voluntad propia en Roma, el monarca vio en la Guerra In-civil española la gran oportunidad de volver a reinar en España, y lo que eso significaba para él, cacerías, buena mesa, estar rodeado de obispos, gente poderosa económicamente, militares, etc. como en los buenos tiempos. Era evidente que aún no había olvidado la cruel sentencia de las Cortes republicanas declarándole «culpable de alta traición» y condenándole a ser «degradado de todas sus dignidades, derechos y títulos, que no podrá ostentar legalmente ni dentro ni fuera de España». Por eso, él siempre se mostró solidario con los sublevados. Su tía materna, la infanta Eulalia de Borbón, reveló  que el monarca entregó un millón de libras esterlinas para la causa de Franco. Un millón de libras esterlinas de la época, bien valía poder retomar la corona.

En agosto de 1936, el rey realizó una gestión decisiva frente a Mussolini en favor de los sublevados, para que Italia enviase aviones de caza y bombardeo a Franco, pues en caso contrario la guerra el dictador la tenía perdida, a lo que el Duce accedió. Recordemos que en los múltiples actos de bombardeo sobre las ciudades, está el terrible bombardeo sobre el Mercado Central de Alacant, donde fallecieron más de 350 ciudadanos, sobre todo niños, mujeres y ancianos, pues el Mercado no era un objetivo militar, sino civil. ¡Gracias, don Alfonso, debieron gritar los 350 asesinados!

La reina Victoria Eugenia hizo también todo lo que pudo para apoyar la causa franquista; ella también perdía la corona y todo lo que supone de privilegios. Ella tenía gran influencia entre los británicos por su parentesco con la familia real inglesa. Así que escribió al diplomático español José Antonio Sangróniz, avisándole de que iba a celebrarse un banquete oficial en el palacio de Buckingham, al que había sido invitada. Como se esperaba la asistencia del secretario del Foreing Office, míster Eden, la reina le indicó a Sangróniz que preguntara a Franco si convenía que ella le dijera algo a Eden para favorecer a la causa nacional. La intención, por sí sola, lo dice todo.
Alfonso XIII, cuando no estaba de cacería, seguía atentamente, en un mapa clavado en la pared, el avance de las tropas de Franco en el frente norte. Alfonso XIII había escrito una reveladora carta a su tía, la infanta Paz. Datada en Roma el 4 de noviembre de 1937, decía así: «Como verás, nuestra Cruzada continúa metódica y victoriosa, aunque lenta. No es de extrañar, dadas las enormes dificultades al encontrar todos los puentes volados y tenerse que hacer todo el abastecimiento por camiones automóviles y ser la región entre Santander y Asturias tremendamente montañosa».

Para el monarca la in-civil guerra, iniciada por el fascismo, era una “cruzada”. El muy “inteligente” rey esperaba que acabada ésta, aunque costara la vida a un millón de españoles, Franco lo elevaría al trono. Los soldados de Franco eran para Alfonso XIII unos auténticos «cruzados» que luchaban por el restablecimiento de los valores cristianos… y de la monarquía. Aunque en esto último, a Alfonso XIII le saliese el tiro por la culata.

Ahora bien, Franco restauró la monarquía con uno de sus descendientes, aunque saltándose el orden hereditario y obligándole a jurar las Leyes Fundamentales del Movimiento Nacionalsindicalista. Y es que si París bien vale una misa, dicen que dijo alguien, los privilegios de la corona española bien vale jurar que el Tajo desemboca en el Cantábrico, o que el Sena pasa por Guadalajara. Por jurar que no quede...

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