Luego dicen que ya no queda patriotismo
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Luego dicen que ya no queda patriotismo
ROSTYSLAV AVERCHUK
Leópolis Creada: 19.09.2023 02:44
Última actualización: 19.09.2023 02:44
Una cruz. Una foto de un hombre sonriente vestido con uniforme militar. Y dos banderas, la ucraniana y la española. Así es el lugar de descanso de Vitalii Pokhyla, un ucraniano de 40 años residente en Valencia, en su pueblo natal de Lukashivka, en la región de Cherkasy. «Fue decisión nuestra poner la bandera española sobre su tumba. Él amaba ese país por lo que se volvió importante para nosotros», explica su hermana Alla a LA RAZÓN.
Poco más de seis meses después de que un tanque ruso le quitara la vida cerca de Vugledar, en la región de Donetsk, la herida de la pérdida está extremadamente abierta. Sin embargo, Alla no puede evitar sonreír con ternura y orgullo cuando habla de «El Español», como lo conocían sus compañeros de armas. Vitalii había vivido en Valencia durante 8 años hasta que Rusia invadió su tierra natal. En la imagen que muestra Alla se ve un hombre elegante y bien vestido. En sus manos sostiene una navaja de afeitar: después de mudarse a España, aprendió a hacer cortes de pelo profesionalmente. Luego abrió una peluquería y más tarde una barbería.
«Quería demostrarse a sí mismo que era capaz de construir una nueva vida y lograr algo desde cero», dice Alla. Fue muy difícil para él, pero su personalidad conquistó primero a sus compatriotas ucranianos de la diáspora local y luego a los españoles. «Recuerdo cómo sus clientes me saludaron y abrazaron en mi primera visita a su salón como si me conocieran de toda la vida», rememora Alla.
Vitalii PokhilaVitalii PokhilaLa Razón
A pesar de su vida establecida en España, cuando los tanques rusos entraron en Ucrania, sentía que no podía mantenerse alejado mientras su familia, padres y dos hermanas, enfrentaban un peligro mortal.
«Fue el primero en llamarme y decirme: ‘‘Amigo, vamos a defender la patria’’, recuerda Sergi Pavuk, que conoció a Vitalii en Valencia.
Se juraron permanecer juntos hasta el final. Vitalii y Sergi fueron entrevistados al entrar en Ucrania en marzo de 2022, después de un viaje de tres días, para unirse al Ejército mientras mujeres y niños huían en dirección contraria. «¿No tenéis miedo?», preguntó un periodista. «Tenemos miedo de estar en España y mirar desde ahí como matan a los ucranianos», respondió Vitalii. A Alla no le sorprendió su decisión: «Familia y amigos siempre fueron muy importantes para él. Siempre dejaba todos sus asuntos para ayudarnos».
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Tan pronto como llegó a Leópolis, Vitalii se alistó en el Ejército. No hubo tiempo de ir a Ucrania central, donde vivía su familia, para verlos. Terminó en el mismo epicentro de los combates en la región de Donetsk. Manejaba un lanzagranadas, luchaba en primera línea y al mismo tiempo actuaba como peluquero para sus camaradas. Como Vitalii, muchos no tenían experiencia militar real y tuvieron que aprender a usar «los montones de hierro» en sus manos, como compartió un camarada, durante las batallas, mientras intentaban sobrevivir a los constantes ataques de artillería, aviación y tanques rusos.
La situación era a menudo crítica, aun así trató de animar a su familia y amigos, hablando de pequeñas victorias. «Ucrania es fuerte. La victoria será nuestra», les escribía. «Tenemos que mantenernos optimistas. Así es la vida, corta, complicada. Pero por alguna razón estamos vivos», compartió en una llamada.
«Eres un héroe», le escribió un amigo. «Hago esto porque los amo a todos», respondió.
«Lo consideraba su misión. Fue el trabajo de su vida. Proteger. Habló de ello sin patetismo. Simplemente sabía que tenía que estar allí», comparte Tetiana Shabliy, voluntaria humanitaria que apoya a varias unidades militares, incluida la de Vitalii. Sentía que estaba cansado, pero la guerra sólo agudizó aquellos rasgos que Vitalii ya tenía. «Lo hizo más fuerte. Pero al mismo tiempo se volvió aún más amable».
Tetiana recuerda que el soldado siempre estuvo rodeado de perros y gatos. Contaba con orgullo cómo ayudaba a albergar animales en la primera línea de batalla. En un vídeo en el que acaricia a un perro, asegura: «Tenemos que hacer el bien, estemos donde estemos, en guerra o no».
«Cuanto más pierdes a la gente, más valoras a los que estén vivos y más valoras la vida en general. Y créenme, perdió mucho», explica Tetiana, señalando que sólo una veintena de miembros del centenar inicial de la unidad de Vitalii siguen vivos o sin heridas de gravedad hoy.
Ascenso a logística
Las habilidades organizativas de Vitalii llamaron la atención de los comandantes, quienes le pidieron que pasara a ocupar un puesto en logística. Era querido y respetado por todos –recuerda su camarada– y querían que estuviera a salvo. Pero él se negó y continuó en terreno peligroso, en el frente.
«Quería estar junto a los muchachos. Ser útil, que sus acciones marcaran la diferencia», recuerda Alla. Durante uno de los muchos ataques rusos cerca de Vugledar en febrero, un proyectil de tanque lo hirió en la cabeza. Murió en los brazos de Sergi.
«Para mí no sólo se convirtió en mi mejor amigo, sino que era como un hermano al que extraño mucho. Amigos así aparecen una vez en la vida», confiesa Sergi.
«Salvó vidas», subraya Tetiana, que cree que Vitalii desvió la atención del tanque el tiempo suficiente para ayudar a cuatro de sus compañeros a escapar del peligro. Señala que la decisión le resultó natural. «En situaciones tan críticas una persona no se sienta a pensar. Actúa según su alma, según su naturaleza».
A pesar de la tragedia de la guerra, las personas cercanas a Vitalii subrayan la fascinación por él y otros héroes de la resistencia. «Mantuvo el fuego de victoria en su corazón. Creía que habría futuro», depara Tetiana.
Después de su muerte, su brigada ayudó a detener el progreso ruso cerca de Vugledar, donde la fuerza invasora sufrió eventualmente una de las mayores derrotas de su campaña de invierno. Más tarde, capturó la aldea de Blagodatne durante la contraofensiva de verano.
Vitalii entendió perfectamente por qué estaba luchando.
En España tenía de todo, un negocio, un coche, un piso, todo estaba bien, asevera Tetiana. Aprendió el idioma rápidamente, quería llegar a ser parte de esta sociedad allí, comunicarse con la gente, desarrollarse, añade Tetiana. Sin embargo, al regresar a Ucrania, se dejó guiar por el amor y el patriotismo.
«Era un hombre sencillo que amaba tanto la vida que se sacrificó para salvar a los demás», subraya Tetiana. «Vivió una vida digna y se fue con dignidad mientras protegía su patria. La amaba sinceramente. Como amaba a todos»
Leópolis Creada: 19.09.2023 02:44
Última actualización: 19.09.2023 02:44
Una cruz. Una foto de un hombre sonriente vestido con uniforme militar. Y dos banderas, la ucraniana y la española. Así es el lugar de descanso de Vitalii Pokhyla, un ucraniano de 40 años residente en Valencia, en su pueblo natal de Lukashivka, en la región de Cherkasy. «Fue decisión nuestra poner la bandera española sobre su tumba. Él amaba ese país por lo que se volvió importante para nosotros», explica su hermana Alla a LA RAZÓN.
Poco más de seis meses después de que un tanque ruso le quitara la vida cerca de Vugledar, en la región de Donetsk, la herida de la pérdida está extremadamente abierta. Sin embargo, Alla no puede evitar sonreír con ternura y orgullo cuando habla de «El Español», como lo conocían sus compañeros de armas. Vitalii había vivido en Valencia durante 8 años hasta que Rusia invadió su tierra natal. En la imagen que muestra Alla se ve un hombre elegante y bien vestido. En sus manos sostiene una navaja de afeitar: después de mudarse a España, aprendió a hacer cortes de pelo profesionalmente. Luego abrió una peluquería y más tarde una barbería.
«Quería demostrarse a sí mismo que era capaz de construir una nueva vida y lograr algo desde cero», dice Alla. Fue muy difícil para él, pero su personalidad conquistó primero a sus compatriotas ucranianos de la diáspora local y luego a los españoles. «Recuerdo cómo sus clientes me saludaron y abrazaron en mi primera visita a su salón como si me conocieran de toda la vida», rememora Alla.
Vitalii PokhilaVitalii PokhilaLa Razón
A pesar de su vida establecida en España, cuando los tanques rusos entraron en Ucrania, sentía que no podía mantenerse alejado mientras su familia, padres y dos hermanas, enfrentaban un peligro mortal.
«Fue el primero en llamarme y decirme: ‘‘Amigo, vamos a defender la patria’’, recuerda Sergi Pavuk, que conoció a Vitalii en Valencia.
Se juraron permanecer juntos hasta el final. Vitalii y Sergi fueron entrevistados al entrar en Ucrania en marzo de 2022, después de un viaje de tres días, para unirse al Ejército mientras mujeres y niños huían en dirección contraria. «¿No tenéis miedo?», preguntó un periodista. «Tenemos miedo de estar en España y mirar desde ahí como matan a los ucranianos», respondió Vitalii. A Alla no le sorprendió su decisión: «Familia y amigos siempre fueron muy importantes para él. Siempre dejaba todos sus asuntos para ayudarnos».
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Tan pronto como llegó a Leópolis, Vitalii se alistó en el Ejército. No hubo tiempo de ir a Ucrania central, donde vivía su familia, para verlos. Terminó en el mismo epicentro de los combates en la región de Donetsk. Manejaba un lanzagranadas, luchaba en primera línea y al mismo tiempo actuaba como peluquero para sus camaradas. Como Vitalii, muchos no tenían experiencia militar real y tuvieron que aprender a usar «los montones de hierro» en sus manos, como compartió un camarada, durante las batallas, mientras intentaban sobrevivir a los constantes ataques de artillería, aviación y tanques rusos.
La situación era a menudo crítica, aun así trató de animar a su familia y amigos, hablando de pequeñas victorias. «Ucrania es fuerte. La victoria será nuestra», les escribía. «Tenemos que mantenernos optimistas. Así es la vida, corta, complicada. Pero por alguna razón estamos vivos», compartió en una llamada.
«Eres un héroe», le escribió un amigo. «Hago esto porque los amo a todos», respondió.
«Lo consideraba su misión. Fue el trabajo de su vida. Proteger. Habló de ello sin patetismo. Simplemente sabía que tenía que estar allí», comparte Tetiana Shabliy, voluntaria humanitaria que apoya a varias unidades militares, incluida la de Vitalii. Sentía que estaba cansado, pero la guerra sólo agudizó aquellos rasgos que Vitalii ya tenía. «Lo hizo más fuerte. Pero al mismo tiempo se volvió aún más amable».
Tetiana recuerda que el soldado siempre estuvo rodeado de perros y gatos. Contaba con orgullo cómo ayudaba a albergar animales en la primera línea de batalla. En un vídeo en el que acaricia a un perro, asegura: «Tenemos que hacer el bien, estemos donde estemos, en guerra o no».
«Cuanto más pierdes a la gente, más valoras a los que estén vivos y más valoras la vida en general. Y créenme, perdió mucho», explica Tetiana, señalando que sólo una veintena de miembros del centenar inicial de la unidad de Vitalii siguen vivos o sin heridas de gravedad hoy.
Ascenso a logística
Las habilidades organizativas de Vitalii llamaron la atención de los comandantes, quienes le pidieron que pasara a ocupar un puesto en logística. Era querido y respetado por todos –recuerda su camarada– y querían que estuviera a salvo. Pero él se negó y continuó en terreno peligroso, en el frente.
«Quería estar junto a los muchachos. Ser útil, que sus acciones marcaran la diferencia», recuerda Alla. Durante uno de los muchos ataques rusos cerca de Vugledar en febrero, un proyectil de tanque lo hirió en la cabeza. Murió en los brazos de Sergi.
«Para mí no sólo se convirtió en mi mejor amigo, sino que era como un hermano al que extraño mucho. Amigos así aparecen una vez en la vida», confiesa Sergi.
«Salvó vidas», subraya Tetiana, que cree que Vitalii desvió la atención del tanque el tiempo suficiente para ayudar a cuatro de sus compañeros a escapar del peligro. Señala que la decisión le resultó natural. «En situaciones tan críticas una persona no se sienta a pensar. Actúa según su alma, según su naturaleza».
A pesar de la tragedia de la guerra, las personas cercanas a Vitalii subrayan la fascinación por él y otros héroes de la resistencia. «Mantuvo el fuego de victoria en su corazón. Creía que habría futuro», depara Tetiana.
Después de su muerte, su brigada ayudó a detener el progreso ruso cerca de Vugledar, donde la fuerza invasora sufrió eventualmente una de las mayores derrotas de su campaña de invierno. Más tarde, capturó la aldea de Blagodatne durante la contraofensiva de verano.
Vitalii entendió perfectamente por qué estaba luchando.
En España tenía de todo, un negocio, un coche, un piso, todo estaba bien, asevera Tetiana. Aprendió el idioma rápidamente, quería llegar a ser parte de esta sociedad allí, comunicarse con la gente, desarrollarse, añade Tetiana. Sin embargo, al regresar a Ucrania, se dejó guiar por el amor y el patriotismo.
«Era un hombre sencillo que amaba tanto la vida que se sacrificó para salvar a los demás», subraya Tetiana. «Vivió una vida digna y se fue con dignidad mientras protegía su patria. La amaba sinceramente. Como amaba a todos»
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Alain Deneault: "Los excesos de la izquierda llevan a la gente a la extrema derecha"
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