Marxismo cultural.
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Marxismo cultural.
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Marxismo cultural.
¿Qué es el Marxismo Cultural? Partiendo del planteamiento Gramsciano y de la Escuela de Frankfurt, el Marxismo Cultural toma los objetivos fundamentales del marxismo clásico (Llegar a la sociedad sin clases a través de la destrucción del Estado, de los lazos familiares, las religiones, las fronteras y tradiciones nacionales) pero cambiando el método. En vez de entrar a través de la violencia, el marxismo lo haría por la industria cultural: el cine, los libros, las investigaciones, etc, y así consolidar las ideas marxistas en la psique de la sociedad.
En pocas palabras, corromper el status quo existente desde su mismo seno, para que una vez llevado a la decadencia, de allí surgiera el comunismo, el cual estaría previamente instaurado en el inconsciente colectivo.
Para ello, el Marxismo debía superar su etapa meramente economicista, transpolando la Lucha de Clases y la dicotomía oprimido/opresor, al ámbito social, utilizando como camino peticiones legítimas como la liberación de la mujer, la homosexualidad, la aceptación de las diferencias raciales y culturales, entre otras, apropiándose y distorsionando estos temas y transformándolos en una lucha que pretende superar la línea del respeto y del entendimiento mutuo.
Un ejemplo claro lo da el feminismo actual, influenciado por el marxismo, y que nada tiene que ver con la primera ola de feminismo de principios del siglo XX. Ahora se trata de una “lucha de géneros”, en la cual, según las feministas, el “patriarcado opresor” es el culpable de todas las desgracias de la humanidad y por lo tanto, el sexo masculino debe ser literalmente erradicado.
Lamentablemente el marxismo cultural ha calado hondamente en los últimos años. Esto se debe también a que los teóricos socialistas, en esta “lucha cultural” utilizan el lenguaje como herramienta principal de manipulación, jugando con conceptos como diversidad, tolerancia, pacifismo, amor, humanismo, progreso entre otros, palabras cuyas definiciones para la mayoría de la sociedad son nobles, y así debilitar la resistencia al socialismo e incluso, generando que muchos promuevan estas ideas derivadas del marxismo, sin siquiera saberlo.
De hecho, la palabra progreso fue la escogida para evitar la connotación negativa del marxismo, disfrazando este patrón ideológico bajo una palabra derivada que para cualquiera sin pleno conocimiento puede sonar inofensiva: Progresismo.
En este sentido, los defensores del progresismo, es decir, del marxismo cultural, también se hacen eco de la descalificación para combatir los argumentos sólidos en su contra, apelando a postulados como racista, clasista, homofóbico, intolerante, conservador, retrógrado entre otros adjetivos, lo cual es bastante irónico ya que ellos se venden como los paladines de la tolerancia y del libre pensamiento.
De esta manera, la izquierda, la cual se quedó hace bastantes años sin argumentos para su revolución, ha logrado reinventarse bajo el disfraz del “progreso”, y sigue sembrando conflicto y miseria luego de un siglo en el cual estas ideas generaron más de 100 millones de muertes. El Progresismo amenaza a la humanidad tal cual como la conocemos.
Marxismo cultural.
¿Qué es el Marxismo Cultural? Partiendo del planteamiento Gramsciano y de la Escuela de Frankfurt, el Marxismo Cultural toma los objetivos fundamentales del marxismo clásico (Llegar a la sociedad sin clases a través de la destrucción del Estado, de los lazos familiares, las religiones, las fronteras y tradiciones nacionales) pero cambiando el método. En vez de entrar a través de la violencia, el marxismo lo haría por la industria cultural: el cine, los libros, las investigaciones, etc, y así consolidar las ideas marxistas en la psique de la sociedad.
En pocas palabras, corromper el status quo existente desde su mismo seno, para que una vez llevado a la decadencia, de allí surgiera el comunismo, el cual estaría previamente instaurado en el inconsciente colectivo.
Para ello, el Marxismo debía superar su etapa meramente economicista, transpolando la Lucha de Clases y la dicotomía oprimido/opresor, al ámbito social, utilizando como camino peticiones legítimas como la liberación de la mujer, la homosexualidad, la aceptación de las diferencias raciales y culturales, entre otras, apropiándose y distorsionando estos temas y transformándolos en una lucha que pretende superar la línea del respeto y del entendimiento mutuo.
Un ejemplo claro lo da el feminismo actual, influenciado por el marxismo, y que nada tiene que ver con la primera ola de feminismo de principios del siglo XX. Ahora se trata de una “lucha de géneros”, en la cual, según las feministas, el “patriarcado opresor” es el culpable de todas las desgracias de la humanidad y por lo tanto, el sexo masculino debe ser literalmente erradicado.
Lamentablemente el marxismo cultural ha calado hondamente en los últimos años. Esto se debe también a que los teóricos socialistas, en esta “lucha cultural” utilizan el lenguaje como herramienta principal de manipulación, jugando con conceptos como diversidad, tolerancia, pacifismo, amor, humanismo, progreso entre otros, palabras cuyas definiciones para la mayoría de la sociedad son nobles, y así debilitar la resistencia al socialismo e incluso, generando que muchos promuevan estas ideas derivadas del marxismo, sin siquiera saberlo.
De hecho, la palabra progreso fue la escogida para evitar la connotación negativa del marxismo, disfrazando este patrón ideológico bajo una palabra derivada que para cualquiera sin pleno conocimiento puede sonar inofensiva: Progresismo.
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