Mis Locuras... no tienen cura

Gracias por la canción, y no le diría que no ante la idea que lanza sobre mí. No me importaría ser un niño grande con las alforjas cargadas de tanta experiencia de la vida. Ya, a mis años, solo me mueve la idea de ver un día al mundo feliz, sin guerras, sin miseria y necesidades en unos y riqueza y poder enorme en otros. Como creo sabrá, o habrá intuido, soy dudante en la existencia de dioses que hayan creado el Universo, el mundo en que vivimos y el ser humano para tantas desgracias como unos a otros nos infringimos; eso más bien sería una idea satánica crear al hombre y disfrutar viendo cómo se tratan entre ellos y la manera tan bastarda en que intentan eliminarse unos a otros o llevarles la miseria. Sé, mi muy estimada, que cuando pido paz y felicidad en el mundo, y en todas las esquinas que hay en él, es pedirle peras al olmo, pero aún sabiendo que nunca me la dará, a veces me digo ¿y porqué no intentarlo una vez y otra? Igual el olmo se convence un día y me las da...

¿Se da cuenta de que en realidad hay algo, o mucho, de locura en mí?

Yo me des-mayo en abril el de las lluvias mil. Mil y una, no es lo mismo que mi-luna, aunque de frente mire a la Luna. Luna lunera, cascabelera, yo prefería antes que al río ir a la era, porque llevándomela al río descubrí que no era doncella…, siempre engañado por ella. Mientras que en la era, pudo ser, pero no era. Con el érase una vez comienza el cuento, y con el colorín colorado, ya los hemos acabado, de ahí que digamos bacalao en vez de bacalado, aun guisado en Bilbado. Que puede ser al pil-pil, no lo niego, me dijo un día Betty Missiego. Por eso antes de mayo nos llega abril, en el que cada gota vale por mil. Mil dadas nos vienen a veces que no mal dadas, si el cuento trata de Hadas. Hada madrina, tomando como postre la vitamínica mandarina. O este otro costal repleto de otra harina de la que hacer pan candeal, que para el estómago es especial. Y es que entre las especialidades, están las cosas buenas y las maldades. Hay maldad en el pensamiento, de ahí que se la llevara el viento, a María, de la finca del Sarmiento al hacer sus necesidades, otra costumbre de maldades. Y créanme, que aunque miento por costumbre y norma, no es normal que despida tinta roja el calamar, de la misma manera que no lo hace la Norma Duval. Mar del Norte, que en su andar demuestra un gran porte. Mar del Caribe, el que tanto cariño recibe. Y es que no hay recibidor, con más pureza y candor. Candor candoroso, de ahí que cuanto más feo sea el hombre, más hermoso. Puesto que la hermosura, nada tiene que ver con la fruta madura, es por eso que no voy a Extremadura. Puesto que temo del tábano su picadura. Y es que, picando y picando, mi sermón en el desierto voy pregonando. Soy un nuevo pregonero, que pregona falsas notas como lindas son las del jilguero. Y sí, pasado mayo, llega el verano, y tras el estío, septiembre llega con brío, y octubre adelanta el frío.

Las apariencias, en ocasiones engañan... ¿en ocasiones, digo? Vaya, vaya... don Rodrigo. Camuflémonos pues, y evitaremos la agresión. ¡Camaradas!: cantemos el a ti, capitán san Fernando, el de un ratito a pie y el otro andando. ¡Ánimas del Purgatorio! O del Universo, o seasé, de la ONU en verso. Y la estupidez es fácil conseguirla, por un módico precio. Pero yo soy inseguro, o sea, que no tengo seguro. ¡Bendita inocencia, madre de toda ciencia! Pero, ingenuo, me mostraré iracundo, sin necesidad de llamarme Facundo. Cuánto más ingenuo, me enfureceré, y así completamente enfadado pareceré.

Yo es que soy un adolescente, impaciente, doliente y moliente, de ahí mi enamoramiento de la pícara molinera. Pero ¿dónde el camino hacia el Purgatorio? Dímelo rápido, mi amigo Liborio. No te lo digo porque siempre hubo clases. O sea, aulas, de matemáticas o ciencias naturales, sin colorantes ni conservantes, como las naranjadas de antes. ¡Antes pecador que pescador! Lo digo por la sardina y el boquerón.

Si el Universo es la mejor escuela, ¿porqué va a la Universidad mi prima Manuela?, ya lo dijo Ortega y Gasset, una síntesis bien doctorada, vale por diez. ¡Rediez, me conmovéis!, me siento hijo de la calle, de la calle de Colón, siempre a su disposición. O de la avenida de los Reyes Católicos, ellos muy comedidos y metódicos.  Sí, pero ¿qué hicieron con Colón?, un detergente que lava Blanco, blanco de España, que del ojo limpia toda legaña. Eso es como marcarte un gol en propia meta, o pasear el domingo en bicicleta, como lo hace María Antonieta y su cuñada Anacleta. Pero ¿por qué no me hablas del maná, tío cazurro? Porque prefiero más el chocolate para mojar este churro. Churro madrileño, igual que este reconfortante leño en la llar, que nos da calor y la estancia iluminar. ¡Cuánta iluminación! Y no entiendo el motivo de que a las abejas, olvidadas las dejas. Es mi escondido vicio, Vinicio, procura no escamparlo, ni por la tele anunciarlo. Pues siento en mi corazón, no el tic-tac acostumbrado, sino un vals muy bien interpretado, por Mozart en su piano. Piano es lentitud, y el fin acaba en un ataúd. Y los productos huertanos, esos que vende el murciano, no crecen en tierra baldía, es suelo fértil el canario, de volcánico origen, eso dice el aborigen, más yo, aunque lo dudo, pues mi duda es general, me bebo mi vaso de agua, del cercano manantial.

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Mi cocinero chino, algo cochino, hoy ha sido despedido. Me preparaba una ensalada que de cebolla no tenía nada; el tomate no lo veía, y ante mi asombro se reía. Le pregunto por la lechuga, y su frente la arruga, como no entendiendo la pregunta, y eso me barrunta. ¿Por qué me la sirves caliente? Y él me dice que es la moda en Onteniente. ¿Por qué —sigo preguntando— es tan copiosa? Y él me responde con voz tediosa: —Pala no tenel necesidades. Y me suelta un refrán, y yo le digo que no quiero azafrán. Y el chino me responde, —El que come y deja, dos veces pone la mesa.
 
Mi cocinero chino, algo cochino, ha escrito un libro sobre cocina. Habla de bacalao, de la mojama, así como de la cecina. Aunque chino lo ha escrito en castellano, como habla mi vecina la del rellano. Un castellano chistoso, como si en vez de la China hubiese nacido en El Toboso.
 
—Quiero la ensalada fría, le digo, y pone tal cara de espantado que consigue que me ría. —¿Pol qué se lie el señolito?— dice y me mira con sus ojos achinados. —Porque me gustan las olivas y me has puesto almendrados. —La almendra es buena para la salud— me responde ofendido. —Sí, pero te has pasado, mi buen Yiang, añadiéndole panceta y pan de higo. 
 
—Es (responde tras un mutismo) por sel excelente pala el olganismo. —Sí, pero no le gusta a mi novia, que llega de las Bahamas. —¿Quiele que le plepale la mullida cama? —¿No crees que te estas pasando? —Lo digo, pol lo que me estoy figulando. —Esas figuraciones tuyas, ¿las dicen en plan de puyas? —No, yo no soy tolelo, aunque en mi pueblo era toguelo. —¿Acaso allí tenéis torre? —Sí, no es la del Olo, ni la de Pisa, pues no está inclinada. —Pero bueno ¿llega por fin la ensalada? —¿La tlaigo caliente? —¡La quiero fría! —Tlanquilo jefe, hoy no es su día. —Estoy tranquilo, y con energía. —¿Lo dice pol mí? —Lo digo por Panorámix, el druida. —Pues aquí le tlaigo tulón. —¿Turrón? —Sí: De la Viuda. —Eres de lo que no hay. —Soy el letlato de Dolian Glay...

Valor, valentía, arrojo, bravura, esfuerzo, coraje, bizarría, denuedo, audacia, arresto, ánimo, brío, empuje, ardor, fogosidad, ímpetu, atrevimiento, resolución, temple, acometividad, entereza, hombría, heroísmo, hazaña, gesta, agallas… ¡cuántas acepciones! para que usted me pida que las meta todas en el cajón de la cómoda donde guardo mis calcetines. Pues no, no lo haré, pese a su impertinencia de pedírmelo todo los días. Para eso no está mi cajón.

En mi cajón, guardo un melón. Un melón sin corazón, y sin pepitas, pequeñitas, negras o blanquitas, por cierto ¿por qué de ahí no te quitas? Quitar, coger, dejar… tú dejas nudo, yo cojo nudo. Nudo que no es mudo, que habla y sabe conjugar la palabra. Abra cadabra, pata de cabra. Cabra ciudad cordobesa, ¡qué delicia cuando María me besa! Besa mejor que la marquesa, excelente como la bullabesa, o el helado de fresa. Freso yo, fresas tú, mientras despides a Mambrú que valiente va hacia la guerra, bien abotonada y reluciente su guerrera, como de reluciente y limpia está la perrera, situada allí, cien metros después de que pases por la era.  Como el chiste más antiguo es la chistera, porque chiste era. Gaia es la Madre Tierra, Noemí Campell luce en la pasarela.  Pasa de una moscatel, que es como los amantes de Teruel. Sí, ya sé que existe, pero dale al canario alpiste, y que no se despiste, como Alonso se sale siempre de la pista, y rompe el coche, ya sea de día, ya sea de noche. ¿Es que no sabe conducir? Lo que sabe es estar hecho para sufrir. Sufrir accidentes, como los valientes. ¿Acaso es el nuevo Cid Campeador? No, ni siquiera Escamillo, el toreador. ¿De Carmen el amante? De Carmen la cigarrera, gitana, de tez alegre y morena. ¿Morena, morena? Como la virgen de Montserrat y la Macarena.

Sí, es fémina, y muy atractiva, y ante su pueblo, como reina, está rellena de responsabilidad, como la ensaimada mallorquina lo está de cabello de ángel. No de Ángel Cristo, ni del Ángel Custodio. No es una meretriz, y su sueño juvenil era ser actriz. Le gusta la fresa, el orégano y la regaliz. Y, se comenta, que en amores tuvo un amargo desliz. Gustaba de inauguraciones, e ir a los estrenos en las representaciones. Era adorada por la plebe, y ella amaba a los plebeyos, para ella hermosos y bellos. ¡Ay, cuánta belleza! En ocasiones transformada de indelicadeza. ¿Por qué hay en ti tristeza? ¿Acaso te ha salido rana la princesa? No, es por la tortilla a la francesa, que no la sé cocinar en su justo punto, según Antonia, la marquesa. ¿Y qué te importa a ti, reina mía, lo que diga esa arpía? Me importa un comino, cierto es, pero pone mala cara el marqués. Otro que tal, mi señora ¿acaso a la tortilla le ponéis ñora? No, ni tampoco comino, ni orégano, ni pimienta según consejo de la sirvienta. Pues entonces cantar conmigo, esta hermosa canción de amor cuyo autor es don Rodrigo.  Abrid puertas y ventanas que entre la luz del día. No, por favor, cerrarlas fue cosa mía. Y ¿por qué, señora, ocultaros? ¿porqué esa sin razón? Porque el vate rubio y hermoso me ha ganado el corazón. Eso es amor, eso es armonía, eso es lo más noble, reina mía. Traeré al vate ante vuestra presencia. ¡Oh, no! pues él esta enamorado de ni doncella Crescencia. Permitidme, pues, que a los dos le de mulé. ¡Oh, no!, antes darle con leche desnatada un taza de café. ¿Café, mi señora decís? ¿por qué no una infusión de anís? O, sí, mejor sería, anís para el vate, vida mía.

Fin de la historia y de mi locura, padre cura, y encienda el candil, no quiero estar a oscuras...

Hete aquí que un día, al despertar, vi que yo era un bolígrafo. Como preso de una locura bailaba y bailaba sobre una hoja Din A-4 y con mi tinta, de no calamar, hacía signos que no entendía. Pero de pronto me fui transformando en un avión de papel, y comencé a volar por la habitación haciendo giros malabares, para caer, contra el suelo, como un trompo, por eso, al ver que de mí se reía la Merkel, comencé a reírme con ella. ¡Qué dúo, madre del Amor Hermoso, hicimos los dos! Tras las risas me convertí en un saltarín, e hice un tal salto de longitud, que fui la envidia de Carl Lewis, el Hijo del Viento, el cual aún sigue sin perdonarme la osadía de ser más veloz que él.

De repente, vi que entraban en tropel, unos individuos enlutados, sus caras tapadas y portando cirios encendidos, no tan grandes como el cirio pascual, pero casi, y me llevaron como preso ante el provincial del Opus Dei. Me sentaron ante una gran pantalla donde se proyectó lo que yo sería en el Purgatorio, y cientos de voces me preguntaban por qué pequé, porqué blasfemé, porqué me compre una manzana caramelizada en un puesto de la feria. Después vi la imagen del infierno, donde en una caldera de agua hirviendo yo estaba metido y gritaba. A continuación me vi en el Limbo, y allí, laúd en mano, cantaba alabanzas al Dios de Israel.

Tras esas visiones pasé a una lavandería pública, y metido en una de esas enormes lavadoras me vi dando vueltas y mi cerebro era lavado con detergente Colón, Colón Colón 34, donde tenía mi habitación, y una chica muy decente estaba a mi disposición.

De allí fui trasladado a la Universidad del Mar, y entre bogavantes, percebes, mejillones, doradas y lubinas, el Cigala y El Camarón de la Isla, formamos un trio de cante hondo, tan hondo, hondo, que nos topamos con los restos del Titanic, y ¡Oh, maravilla de la naturaleza! La orquesta del Titanic seguía tocando el vals de La Viuda Alegre y el brindis de La Traviata.

Y El Cigala, Camarón y un servidor, decidimos quedarnos allí por los tiempos. Y desde allí os escribo.

Sé que por la calle de Alcalá la florista viene y va, pero por muchos nardos que apoye en la cadera, yo no he visto nunca un botijo de madera, de madera de ébano, que rima con tuétano. Madera de olivo, que en cuanto oye la música de ópera considérase un divo, o sea, la mitad de divorciado, de finas gotas de lluvia regado, o como Cristo, que por tres veces fue negado, ¿por qué negar la verdad? La Verdad de Murcia, o el Levante de València, o el ABC sevillano, que igual lo lee el noble que lo lee el villano. Villano viene de villa, y yo unto el pan con mantequilla. La quilla de mi barco se me ha roto, así es que corriendo como una moto voy en busca del calafate, quien amistosamente me invita a Chocolate, chocolate Valor, que al estómago da calor.  Es como el sol de primavera, Vera almeriense, o el Alburquerque pacense, pacense de paz, hiriente y muy mordaz, de leña traigo un haz, haz como quieras y no te fijes en cómo eras. Has cambiado, como Pedro el del colmado, como Adela, mi bisabuela, como María, la que marisca en la ría. Ría de Arousa, ¡quién de tus aguas no abusa!, usa en mayúsculas en un Imperio, como Imperio Argentina, como aquel músico que musitaba en la cantina. Cantinero de Cuba, que de toda la fruta prefiere la uva, más yo prefiero la manzana por ser de todas la más sana. Cruda o asada, o caramelizada. O en tarta, de la cual Josefa está ya harta de ahí que no se hable con Marta. Marta, mamífero carnívoro europeo, y también del Oriente medio. Y para que esto pegue, no hay nada mejor, que pegamento y medio, ¡oh, qué calor!, no enchufes el televisor...

Me gustaría me informasen (si lo saben) a dónde debo dirigirme para ser un apátrida, y también qué consecuencias, positivas o negativas, me acarrearía tal decisión personal.

¿Podría viajar por el mundo libremente?

¿Podría vivir tranquilamente sin ser molestado por las autoridades de un lugar al carecer de patria? ¿Tan necesaria es? ¿La patria es un privilegio, una necesidad, un obstáculo, una seguridad o una inseguridad?

¿Se me permitiría tener una propiedad en algún lugar? ¿Mi dinero valdría como el de los demás?

¿Estaría obligado a pagar renta? ¿Recibir servicios sanitarios, por ejemplo? ¿Podría subir a un autobús, tranvía o metro?

¿Se me dejaría caer muerto en una acera por carecer de patria? ¿Tendría derecho a un entierro digno?

¿La santa madre iglesia me reconocería como hijo de dios?

Muchas preguntas, muchas interrogantes...


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