Seamos felices hasta por obligación

Camino como voy —de manera acelerada— hacia los 85 años de vida, hoy quiero reflexionar en voz alta para todos ustedes.

Creo que he rebasado, y en mucho, la edad media de la vida del hombre en los tiempos que corren; por lo tanto, cada día que veo amanecer lo considero como un regalo, una dádiva de la Naturaleza, y, además, como un agradable premio teniendo en cuenta que ella está siendo benévola conmigo y me ha otorgado una muy buena salud.

Estoy pleno de felicidad, a pesar de que las noticias para mis conciudadanos no son halagüeñas: el coronavirus, la mala situación económica, el paro incesante y los problemas financieros, etc. Dicen que un pesimista es un optimista informado. Es verdad que en estos tiempos donde la noticia nos llega con tanta facilidad, y en tanta cantidad, resulta muy complejo asimilarla y discernirla, y, si la información es interesada y sesgada, puede crear demasiada incertidumbre. Pero no me importa, prefiero ser un optimista. Prefiero creer en la humanidad, y estar convencido de que ella es capaz de remontar todos y cada uno de los obstáculos que se le presenten.

Hace algunos años, un militar español, lanzaba el grito de ¡Viva la muerte!, pobre hombre, qué frase tan disparatada, es VIVA LA VIDA el antónimo que mejor podemos presentar ante esa insana locura. ¡Viva la vida! y ha de vivirse en paz ante todo; en buena salud, procurando por nosotros mismos que eso sea posible; vivirla en armonía, con un profundo respeto hacia los demás, sabiendo hasta dónde ha de llegar nuestra libertad, localizando el tope justo y necesario; ¡Viva la vida! y entregados a ella por nuestro propio bien y el de los demás. Dejemos en un rincón de la vivienda los egoísmos personales, busquemos sin desmayo el que no haya un ser humano desprotegido; démonos cuenta de una vez que la vida es corta, e insignificante; que el fin lo tenemos muy próximo y que el recorrido es tan corto como el de nuestro prójimo. No hagamos de nuestro interés una desgracia para el otro, seamos consecuentes de que la vida es nuestro mejor tesoro, y vivámosla con alegría y optimismo.

¡Viva la vida! y cuidemos que los demás la vivan con igual o mayor intensidad.

Hoy, un sábado del mes de agosto de 2021, día caluroso y lleno de un sol radiante en este mi Alacant, mirando a mi alrededor y ver a mis seres queridos felices, me hace exclamar ese deseo, que lo sea para todos, que todos nos unamos y esforcemos para que nadie sufra ni padezca.

Háganse esta reflexión: si este viejo español, llamado El Postiguet, con más años que la Catedral de Burgos, se siente feliz y optimista ¿por qué yo, joven, sano, no he de sentirme igual o más feliz que él? Eso es lo que deseo: que reflexionéis, y una vez terminada la reflexión podáis decirme: Sí, yo también lo soy y deseo que lo sean todas las personas de este mundo… ¡A por ello!, ¡Luchemos!