El desierto

Muchas veces dije que lo más valiente que había hecho era continuar con mi vida cuando todo lo que quería era morir. Esa frase la dijo la actriz Juliette Lewis, me sentía muy identificada con la cita y recuerdo que siempre le agregaba hasta ahora. Sin bien era cierto que era lo más valiente que había hecho hasta ahora, aún faltaban muchos retos o mejor dicho siempre habrá retos.

Qué sucede cuando la mayoría de las cosas a las que tienes miedo se hacen realidad y de pronto te encuentras frente a frente con todos tus temores tangibles.

En la reciente cirugía, el médico que me operó entendió completamente lo que sentía y lo que pensaba. Él respondió: Resolver. Resolver Martha. Todo se irá resolviendo paso a paso y estarás bien. Su respuesta me dio entonces el coraje y la valentía que necesitaba.

Esa noche llegué a casa alrededor de las 10 pm, tenía un dolor intenso desde las 6 de la tarde y ya había tomado muchos analgésicos. No podía dormir, el dolor no me permitía hacerlo. Así que me resolví y acudí a emergencias alrededor de las 3 am (esa escena sonaba fuerte, porque ya me había pasado). Luego de una serie de análisis clínicos y laboratoriales me dijeron que debía ingresar a quirófano de inmediato.

Cuando el cirujano fue a verme le expuse que tenía miedo a una recaída. Qué pasaría si caía en una depresión post quirúrgica y peor aún que no pararan los ataques de pánico, tenía mucho miedo. Había estado internada en el hospital de salud mental en noviembre de 2023 y abril de 2024 luego de 6 años (en el 2017 había sido mi último internamiento). En los últimos dos estuve por recaída y por consiguiente ajuste de medicamentos, me recomendaron estar lo más tranquila que me fuera posible y ahora estaba ante una situación extrema.

Gracias a las palabras del cirujano decidí que si, para esto ya eran las 12 del medio día y la cirugía era a las 4 pm. Recuerdo que le dije: voy a llamar a mi hermana para avisarle que estoy aquí y que me van a intervenir. Mi hermana y mi mamá llegaron poco antes de iniciar la operación, las vi quebrantadas y con miedo.

Le dije a mi mamá: No se pongan así, estaré bien. Debemos ser fuertes. _Mamá, te voy a pedir un gran favor. No me dejes morir, no permitas que muera (mi familia está en desacuerdo de intubar o conectar artificialmente a un paciente) y sabiéndolo, le pedí ese favor.

_Si algo pasa en el quirófano permite que hagan lo que tengan que hacer para mantenerme con vida. Volveré, sé que volveré. Y si no regreso, acepto mi destino.

Mi mamá me dijo que si y tanto mi hermana como ella se compusieron, vi fortaleza en ellas. Una enfermera se agachó y le rodó una lágrima y otra sonrío positiva.

Al despertar tenía mucho frío y dolor y justo en ese momento comenzó el ataque de pánico. Era tan fuerte que mi cuerpo se levantaba de la cama, brincaba completamente y fueron a tomarme de los tobillos y los hombros. El cirujano se acercó, _¿Qué sucede Martha, qué pasa?.

_Es un ataque de pánico, le respondí. (Casi no podía hablar, me dolía mucho la garganta). _Mi cuerpo quiere que me levanté y corra de un lado para otro por el miedo que siento, pero físicamente no me puedo mover.

Me preguntaron varias veces si así experimentaba los episodios, con esa intensidad. Contesté que si. El ataque de pánico duró mucho y no salía de recuperación (mi mamá y mis hermanos estaban preocupados porque ya habían tardado mucho en llevarme a la habitación). Ante la insistencia de mi familia decidieron llevarme (escuchaba que mi mamá y mis hermanos preguntaban qué me pasaba y ellos les decían: dice que así se pone, ustedes la han visto antes, tienen conocimiento de que sea así. Mi familia no respondió, en realidad no lo sabían ni siquiera que medicamentos psiquiátricos tomaba).

Mientras eso sucedía, hablaba con mi cuerpo, hablaba conmigo misma y con Dios. Le dije a mi mente principalmente: sé lo que quieres, pero no me puedo levantar. No voy a levantarme, así que adelante, haz lo que tengas que hacer. Poco a poco se fue y me dejó en paz.

Un rato después el doctor fue a verme, estaba alegre porque ya había cesado el episodio. _Sé que no cree en Dios, le dije. Así que discúlpeme por favor si le digo gracias por sus palabras, gracias por estar ahí y procurar mi salud y bienestar. Dios lo bendiga.

_No, no creo en Dios, pero no te disculpes. Gracias a ti Martha, tus bendiciones son bien recibidas. Estarás bien y aquí estoy a tus órdenes para cualquier cosa que necesites.

El doctor tenía una sonrisa hermosa, una sonrisa que me daba mucha paz y determinación. Nunca he visto un Ángel pero creo que su sonrisa debe ser así. El doctor era un ángel que había salido del anonimato e hizo conmigo lo que el Ángel de Jehová hizo con Elías (Come Elías, duerme Elías. Elías comió y durmió, y luego caminó por el desierto).