Destellos en la memoria
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Destellos en la memoria
por MagAnna Vie Mayo 31 2024, 23:04
Destellos en la memoria
- Venga, siéntate y quédate ahí quieta, ¿eh? ¡Que yo, ahora mismo vuelvo! Y guarda este maletín aquí con la maleta y ¡ten mucho cuidado de no abrir nada! Ahí están los billetes del viaje y el dinero francés...
Y se dio media vuelta y al segundo, mi padre ya había salido del compartimento en el que me quedé sentada, entre una maleta enorme, un pesado maletín de cuero y una bolsa, con una cacerola de metal roja en cuyo interior reposaba un poco de paella hecha por mi abuela Aurora. En la mano, agarraba una cestita de mimbre que me había confeccionado mi abuelo Juan.
En ella, llevaba mis adorados cromos (ganados con mi aliento y el sudor de mis manos, nunca mejor dicho) y un puñado de horquillas adornadas con colorines, que mis primas me habían regalado mientras nos despedíamos en la estación.
Me acerqué de un salto a la ventanilla, justa a tiempo para ver desaparecer la cabeza de mi padre entre las de otros viajeros del arcén.
Me quedé muy quieta y sentía que esta pequeña aventura iba a ser una más que tendría que callarme. ¡Y nunca desvelársela a mi madre! Bastante tenía, la pobre, con trabajar sin vacaciones y preocuparse por su única hija viajando sola con su marido, un hombre que podía llegar a ser bastante imprevisible...
¿Y ahora qué?
Volví a sentarme y empecé a repasar mis cromos con sus bonitos dibujos mientras esperaba ver pasar a mi padre por la puerta de aquel compartimento. Dentro, los sillones eran abatibles y se convertían en literas semicolgadas y ya preparadas con sus sábanas y mantas con el logo bordado de la Renfe. Por un lado, estaba la ventana con su parte superior que se bajaba y de frente, había una puerta que se deslizaba y que daba al pasillo por el que transitaba la gente.
Aquello me recordaba al interior de las diligencias de las películas del oeste, pero sin el menor traqueteo de caballos, ¡claro!
De repente, el tren hizo como un espasmo y a los pocos segundos, noté como arrancaba lentamente.
¡Y mi padre que no volvía!
Me levanté, alarmada y volví a mirar por la ventanilla para ver cómo el tren iba tomando velocidad, a medida que nos alejábamos de aquel arcén.
Yo quería salir al pasillo, pero no quería dejar la maleta ni aquel maletín tan pesado y tan importante, ¡y tampoco la cacerola de mi abuela! Y sabía que no alcanzaría para llevarlo todo yo sola. ¡Lo mío era llevar la cestita de mimbre con mis preciadas posesiones y ya!
Resignada, volví a sentarme y me dediqué a recordar una y otra vez, todo lo que me había dicho mi padre.
Acabé durmiéndome hasta que un señor con gorra de la Renfe me despertó sobresaltándome, mientras irrumpía en aquel compartimento. Parecía un gigante en aquel cubículo pero al sonreírme, se me hizo como más bajito y alcanzable y seguidamente, me preguntó dónde estaban mis padres porque él era el revisor y debía comprobar los billetes de tren.
Rápidamente, le indiqué que mi padre no iba a tardar en volver y abrí el maletín para rebuscar su billete y el mío.
Me sorprendió la cantidad de dinero francés que llevaba ahí dentro y el revisor también lo vio, pero no dijo nada y le entregué los 2 billetes del viaje.
Teníamos un largo viaje ante nosotros porque habíamos tomado el tren llamado, "Expreso Puerta del Sol - Madrid-París Nocturno", que nunca paraba y sólo eran las 20h.
Y mi padre que no volvía.
Nunca sabré realmente lo que hizo el revisor, pero al rato volvió con otro señor coronado con otra gorra de Renfe y ambos me explicaron que tenía que irme con ellos, a esperar a mi padre en otro lugar.
Y aquel tren que nunca paraba más que un rato en Hendaya (para cambiar los bojes de los vagones por otros más estrechos, como supe unos años después), se paró en una pequeña estación y allí fue donde me bajaron con todo nuestro equipaje.
Me llevaron a la cafetería de aquella estación y me dieron de cenar. Recuerdo que todos fueron muy amables conmigo y me encendieron una TV para entretenerme.
Ya era bien entrada la noche cuando volví a ver a mi padre, seguido de 2 guardias civiles. Nada más verle andar de lejos por el arcén, supe que iba bastante ebrio.
Lo sentaron allí mismo conmigo y también le dieron de cenar.
Al rato, entró un guardia civil para explicarnos que otro tren llegaría de madrugada y que nos tendríamos que montar en él (el jefe de estación estaría pendiente de nosotros) hasta hacer transbordo en la frontera, y ya iríamos directos hasta París.
Y así fue.
Tengo vagos recuerdos de lo que pasó después pero aunque parezca irrelevante, sí que me acuerdo nítidamente que una vez instalados en el tren definitivo, mi padre me preguntó si yo me había quedado con hambre y ante mi negativa, se levantó, bajó la ventana de aquel cubículo y sin miramiento alguno, lanzó la cacerola de mi abuela con todo su contenido.
Mi madre se enteraría de todo aquello, pasados unos años. Un día en el que mi padre se lo revelaría a su cuñado mientras iba como una cuva, una vez más.
Ya nunca más volví a viajar con él, en tren.
Yo nunca habría sabido chivarme de todo lo que pasó, ni de mi padre ni de muchas otras cosas que ocurrieron más adelante.
Pero si bien yo no tenía ninguna culpa de lo ocurrido, con el tiempo caí en la cuenta de que mi madre perdió parte de su confianza en mí.
Y ella y yo perdimos la poca que teníamos en mi padre.
Aunque quería creer en él...
- Venga, siéntate y quédate ahí quieta, ¿eh? ¡Que yo, ahora mismo vuelvo! Y guarda este maletín aquí con la maleta y ¡ten mucho cuidado de no abrir nada! Ahí están los billetes del viaje y el dinero francés...
Y se dio media vuelta y al segundo, mi padre ya había salido del compartimento en el que me quedé sentada, entre una maleta enorme, un pesado maletín de cuero y una bolsa, con una cacerola de metal roja en cuyo interior reposaba un poco de paella hecha por mi abuela Aurora. En la mano, agarraba una cestita de mimbre que me había confeccionado mi abuelo Juan.
En ella, llevaba mis adorados cromos (ganados con mi aliento y el sudor de mis manos, nunca mejor dicho) y un puñado de horquillas adornadas con colorines, que mis primas me habían regalado mientras nos despedíamos en la estación.
Me acerqué de un salto a la ventanilla, justa a tiempo para ver desaparecer la cabeza de mi padre entre las de otros viajeros del arcén.
Me quedé muy quieta y sentía que esta pequeña aventura iba a ser una más que tendría que callarme. ¡Y nunca desvelársela a mi madre! Bastante tenía, la pobre, con trabajar sin vacaciones y preocuparse por su única hija viajando sola con su marido, un hombre que podía llegar a ser bastante imprevisible...
¿Y ahora qué?
Volví a sentarme y empecé a repasar mis cromos con sus bonitos dibujos mientras esperaba ver pasar a mi padre por la puerta de aquel compartimento. Dentro, los sillones eran abatibles y se convertían en literas semicolgadas y ya preparadas con sus sábanas y mantas con el logo bordado de la Renfe. Por un lado, estaba la ventana con su parte superior que se bajaba y de frente, había una puerta que se deslizaba y que daba al pasillo por el que transitaba la gente.
Aquello me recordaba al interior de las diligencias de las películas del oeste, pero sin el menor traqueteo de caballos, ¡claro!
De repente, el tren hizo como un espasmo y a los pocos segundos, noté como arrancaba lentamente.
¡Y mi padre que no volvía!
Me levanté, alarmada y volví a mirar por la ventanilla para ver cómo el tren iba tomando velocidad, a medida que nos alejábamos de aquel arcén.
Yo quería salir al pasillo, pero no quería dejar la maleta ni aquel maletín tan pesado y tan importante, ¡y tampoco la cacerola de mi abuela! Y sabía que no alcanzaría para llevarlo todo yo sola. ¡Lo mío era llevar la cestita de mimbre con mis preciadas posesiones y ya!
Resignada, volví a sentarme y me dediqué a recordar una y otra vez, todo lo que me había dicho mi padre.
Acabé durmiéndome hasta que un señor con gorra de la Renfe me despertó sobresaltándome, mientras irrumpía en aquel compartimento. Parecía un gigante en aquel cubículo pero al sonreírme, se me hizo como más bajito y alcanzable y seguidamente, me preguntó dónde estaban mis padres porque él era el revisor y debía comprobar los billetes de tren.
Rápidamente, le indiqué que mi padre no iba a tardar en volver y abrí el maletín para rebuscar su billete y el mío.
Me sorprendió la cantidad de dinero francés que llevaba ahí dentro y el revisor también lo vio, pero no dijo nada y le entregué los 2 billetes del viaje.
Teníamos un largo viaje ante nosotros porque habíamos tomado el tren llamado, "Expreso Puerta del Sol - Madrid-París Nocturno", que nunca paraba y sólo eran las 20h.
Y mi padre que no volvía.
Nunca sabré realmente lo que hizo el revisor, pero al rato volvió con otro señor coronado con otra gorra de Renfe y ambos me explicaron que tenía que irme con ellos, a esperar a mi padre en otro lugar.
Y aquel tren que nunca paraba más que un rato en Hendaya (para cambiar los bojes de los vagones por otros más estrechos, como supe unos años después), se paró en una pequeña estación y allí fue donde me bajaron con todo nuestro equipaje.
Me llevaron a la cafetería de aquella estación y me dieron de cenar. Recuerdo que todos fueron muy amables conmigo y me encendieron una TV para entretenerme.
Ya era bien entrada la noche cuando volví a ver a mi padre, seguido de 2 guardias civiles. Nada más verle andar de lejos por el arcén, supe que iba bastante ebrio.
Lo sentaron allí mismo conmigo y también le dieron de cenar.
Al rato, entró un guardia civil para explicarnos que otro tren llegaría de madrugada y que nos tendríamos que montar en él (el jefe de estación estaría pendiente de nosotros) hasta hacer transbordo en la frontera, y ya iríamos directos hasta París.
Y así fue.
Tengo vagos recuerdos de lo que pasó después pero aunque parezca irrelevante, sí que me acuerdo nítidamente que una vez instalados en el tren definitivo, mi padre me preguntó si yo me había quedado con hambre y ante mi negativa, se levantó, bajó la ventana de aquel cubículo y sin miramiento alguno, lanzó la cacerola de mi abuela con todo su contenido.
Mi madre se enteraría de todo aquello, pasados unos años. Un día en el que mi padre se lo revelaría a su cuñado mientras iba como una cuva, una vez más.
Ya nunca más volví a viajar con él, en tren.
Yo nunca habría sabido chivarme de todo lo que pasó, ni de mi padre ni de muchas otras cosas que ocurrieron más adelante.
Pero si bien yo no tenía ninguna culpa de lo ocurrido, con el tiempo caí en la cuenta de que mi madre perdió parte de su confianza en mí.
Y ella y yo perdimos la poca que teníamos en mi padre.
Aunque quería creer en él...
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«Thou wilt keep him in perfect peace, whose mind is stayed on thee: because he trusteth in thee.» – Isaiah 26:3
MagAnna- Mensajes : 8063
Fecha de inscripción : 06/12/2020
Localización : Pero qué alcahuete es esto!!
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Tomb- Mensajes : 25886
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Re: Destellos en la memoria
por MagAnna Vie Mayo 31 2024, 23:16
Tomb escribió:más... más... sigue.
No te lo creerás, pero me ha costado sacarlo por miedo a que me resultara devastador, emocionalmente. (Por un lado, soy extremadamente sensible...)
Pero no. Finalmente creo que me ha servido de catarsis emocional.
Uff!!
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Localización : Pero qué alcahuete es esto!!
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Re: Destellos en la memoria
por Tomb Vie Mayo 31 2024, 23:20
Sí, a veces contar algo que siempre te has callado suele ser reconfortante. 
Tomb- Mensajes : 25886
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Re: Destellos en la memoria
por Dijousmercat Sáb Jun 01 2024, 07:36
Y además, muy bien escrito y redactado. ¡Bravo!Tomb escribió:Sí, a veces contar algo que siempre te has callado suele ser reconfortante.
"Quien ha aprendido a observar y pensar de pequeño, le acompañará toda la vida".
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"El amor, hace que todos espejos seamos, por eso más recibimos, cuanto más damos".- Rahwananda.
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Re: Destellos en la memoria
por Porsituquieressaber Sáb Jun 01 2024, 10:46
Precioso y preciso relato MagAnna y además siendo angustioso lo ocurrido, no angustia lo leído.
Gracias.
Gracias.
Porsituquieressaber- Mensajes : 16265
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Re: Destellos en la memoria
por Zulita Sáb Jun 01 2024, 22:15
MagAnna escribió:Tomb escribió:más... más... sigue.
No te lo creerás, pero me ha costado sacarlo por miedo a que me resultara devastador, emocionalmente. (Por un lado, soy extremadamente sensible...)
Pero no. Finalmente creo que me ha servido de catarsis emocional.
Uff!!
Poner en palabras, en este caso hermosamente, cualquier acontecimiento feliz, triste o extraño siempre es catártico.
Me tuvo en ascuas ese padre!
_________________
La vida es realmente simple, pero insistimos en complicarla.
Zulita- Mensajes : 1383
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Localización : Allá lejos y hace tiempo....
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Re: Destellos en la memoria
por Dijousmercat Dom Jun 02 2024, 09:14
Entre sucesos horripilantes y terribles que acompañó a la guerra fraticida, junto con las condiciones en que se encontraban la mayoría de familias españolas de falta de seguridad, libertad y recursos básicos, y viendo el panorama que se presentaba, era muy frecuente que hombres traumatizados que hubieran necesitado que las condiciones cambiaran por bien (lo que se veía imposible), y la ayuda de psícólogos que en aquel tiempo no habia apenas, y menos dinero para pagarlos, se evadieran en parte de la realidad, echándose a los brazos del dios Bacus.Zulita escribió:MagAnna escribió:
No te lo creerás, pero me ha costado sacarlo por miedo a que me resultara devastador, emocionalmente. (Por un lado, soy extremadamente sensible...)
Pero no. Finalmente creo que me ha servido de catarsis emocional.
Uff!!
Poner en palabras, en este caso hermosamente, cualquier acontecimiento feliz, triste o extraño siempre es catártico.
Me tuvo en ascuas ese padre!
Sabiendo esto y mucho más, no seré yo quien juzgue a tales personas que cuanto mejores eran, más afectadas se sentían.
Yo, nacido después de la guerra, vi a muchísimos hombres excelentes, víctimas de los traumas que la incivil guerra les provocó, y que lo llevaban y sobrevivían como podían.
La ambición desmesurada de los poderosos, que se encuentran en su "cielo" cuando pueden ver realizados sus sueños de Poder, es lo que provoca todo un "infierno" el resto del Pueblo, siendo siempre los más humildes los que les toca sobrellevar la peor parte!
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Dijousmercat- Mensajes : 10257
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Re: Destellos en la memoria
por MagAnna Dom Jun 02 2024, 11:44
Dijousmercat escribió:
Y además, muy bien escrito y redactado. ¡Bravo!
"Quien ha aprendido a observar y pensar de pequeño, le acompañará toda la vida".
Muchas gracias, mi querido Dijous.
Tú que sientes mucho las emociones humanas, sabrás de sobras que cuando se te graba cierto momento en tu 'jardín secreto' de la memoria, éste se queda bien resguardado. Pero cuando vuelves a sacarlo a la luz del día, te paraliza su reflejo.
No sé si ha de ser por los inhibidores de comportamiento que te meten a la fuerza, cuando estás en pleno aprendizaje de un todo, pero si a mí me decían de callarme algo, eso iba fijo y a muerte!!
Curiosamente, yo era tímida pero no me daban miedo ni personas desconocidas, ni situaciones peliagudas.
Ha pasado algo así como medio siglo y yo tendría entonces, unos 7/8 añitos. Criaturita...
Y sí. Los detalles, incluso los olores y los ruidos... todo lo tengo muy nítido en mi interior.
Como si fuera ayer.
Porsituquieressaber escribió:Precioso y preciso relato MagAnna y además siendo angustioso lo ocurrido, no angustia lo leído.
Gracias.
Muchísimas gracias, mi querido Porsi.
Se me apretuja un poco el corazón cuando lo leo, pero todo bien.
Zulita escribió:MagAnna escribió:
No te lo creerás, pero me ha costado sacarlo por miedo a que me resultara devastador, emocionalmente. (Por un lado, soy extremadamente sensible...)
Pero no. Finalmente creo que me ha servido de catarsis emocional.
Uff!!
Poner en palabras, en este caso hermosamente, cualquier acontecimiento feliz, triste o extraño siempre es catártico.
Me tuvo en ascuas ese padre!
Mi padre era un hombre muy querido por el mundo entero. El problema era que tenía sus demonios dentro y eso le hacía ser encantador con el mundo y difícil con los cercanos.
Pero se pegaba la vida viajando y yo lo veía unos 3 meses al año, no más.
Lo echaba de menos y cuando estaba 'en casa', pensaba que cuanto antes se fuera, mejor para mi madre.
Creo que mi paciencia legendaria, la heredé de mi madre, pero ella tenía una bondad que... yo nunca le llegaré ni a la suela del zapato!!
Dijousmercat escribió:
Entre sucesos horripilantes y terribles que acompañó a la guerra fraticida, junto con las condiciones en que se encontraban la mayoría de familias españolas de falta de seguridad, libertad y recursos básicos, y viendo el panorama que se presentaba, era muy frecuente que hombres traumatizados que hubieran necesitado que las condiciones cambiaran por bien (lo que se veía imposible), y la ayuda de psícólogos que en aquel tiempo no habia apenas, y menos dinero para pagarlos, se evadieran en parte de la realidad, echándose a los brazos del dios Bacus.
Sabiendo esto y mucho más, no seré yo quien juzgue a tales personas que cuanto mejores eran, más afectadas se sentían.
Yo, nacido después de la guerra, vi a muchísimos hombres excelentes, víctimas de los traumas que la incivil guerra les provocó, y que lo llevaban y sobrevivían como podían.
La ambición desmesurada de los poderosos, que se encuentran en su "cielo" cuando pueden ver realizados sus sueños de Poder, es lo que provoca todo un "infierno" el resto del Pueblo, siendo siempre los más humildes los que les toca sobrellevar la peor parte!
Sabía que lo ibas a sentir y expresar perfectamente, y te lo agradezco mucho.
Mi padre era algo así como hacer su propia resistencia de cara a la autoridad. Los verdes y él, no se llevaban nada bien. Le gustaba llevarles la contrario e ideaba trampas para hacerles creer cosas que no eran. El episodio del tren pasó cuando Franco aún vivía y nadie podía cantearse mucho por las fronteras. Pues mi padre era único para provocarlos. Y me hacía llevar encima cada cosa en la frontera... Y después del tren, pasó a ser con el coche...
Y mientras, mi madre ayudaba de otra manera, alojando a personas que siempre llegaban con carpetas y papeles 'importantes'.
Cada uno tenía su propio plan, uno más imprudente pero para ambos, siempre había que callar, callar, callar...
Son muchas cosas pasadas que tampoco me arrepiento de conocer, la verdad.
Pero sí, era una época convulsa y no te podías fiar de nadie, pero mi padre tenía 'esa habilidad' de asegurarse de los demás, habilidad crónica, diría yo...
El Ricard, el vino y el coñac siempre fueron sus 'aliados'.
En fin. D.E.P.
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MagAnna- Mensajes : 8063
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Localización : Pero qué alcahuete es esto!!
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