La adhesión de la vieja izquierda hispanoamericana al zarillo.

Hace unas semanas Vladimir, como candidato único, logró una victoria demoledora para proclamarse presidente de Rusia. Dada la variedad y calidad de sus competidores, la verdad es que hay que felicitarlo.

Bien, pues Xiomara Castro, presidenta de Honduras, corrió a felicitarlo en nombre de todos los paises miembros de la CELAC por su convincente victoria.

Diez de estos paises publicaron una declaración para desmentirla (Chile fue uno); Mexico o Brasil, callaron.

Esta adhesión ciega que la vieja izquierda profesa al zarillo, me tiene sorprendido. Y no sólamente la izquierda en el poder como la de Nicaragua, Bolivia o Venezuela sino tambien en cierta izquierda "intelectual" retraída ahí donde el caduco leninismo tropical sigue produciendo moho, en clubes de la tercera edad ortodoxa, en nostálgicos del socialismo real... en fin, creo que me explico.

El síndrome antiimperialista amamantado en el XX por las ocupaciones militares de los abU.S.A.dores y su apoyo a los golpes militares, ha fijado en su cacumen la idea de un Goliat que no admite réplica, pero el Goliat que les toca a los ucranianos, dándoles con el mazo en la cabeza, es "por su bien" el gran lider de la humanidad (Maduro dixit) está en contra del imperialismo americano y hace de apostol de la izquierda y tambien de la mas cerrada derecha, pero claro... teniendo en cuenta al ideólogo Duguin del Putin, propugnante de un "fascismo a la rusa" sustentado por un nazismo esotérico amamantador de un a nueva derecha europea que consiga sacar adelante una revolución conservadora universal... tengo dudas de si ponerlo al lado de Bolsonaro o de Maduro, o de Ortega (que quiere un estado fuerte, sólido y una radiotelevisión patriótica).

Total, que tenemos al Duguin, que tambien le da al satanismo y al ocultismo y se declara racista antisemita, al Putin, homófobo declarado quesomete a censura los clásicos de la literatura de contenido gay, a Bannon que combate frontalmente las migraciones, la ideología de género, el cambio climático y el marxismo cultural y nos queda... ¡que se yo!