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La esclavitud no es negocio
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“Estos son los primeros pasos para pasar página y dejar atrás de una vez y para siempre el modelo económico de la casta que hunde a los argentinos en la miseria desde hace más de 100 años”. Es el inicio del mensaje que el presidente Javier Milei dirigió a la nación con motivo del fin de año. “El cambio de raíz respecto a este modelo empobrecedor es un compromiso innegociable que asumí con todos los argentinos. Sin embargo, el problema heredado es demasiado profundo. Hablamos de una economía con 15 puntos de déficit consolidado, con una emisión monetaria de 20 puntos del PIB en los últimos cuatro años, con precios pisados artificialmente en energía y transporte por hasta 1/5 de su valor real, con un banco central sin reservas y con una inflación que en las últimas semanas alcanzó el 1,2% diario que anualizado implicaría alrededor del 7.500% anual. Una herencia que condena a la mitad de los argentinos a la pobreza y en particular golpeando a siete de cada diez de nuestros chicos. Se trata de una situación inicial peor que la del año 2001/2002, que fue la peor crisis de nuestra historia. Estamos, por tanto, frente a una situación de emergencia nacional que requiere que actuemos de forma inmediata y contundente con la mayor cantidad de instrumentos posibles. Quiero ser claro en esto: a menos que hagamos lo necesario, nos dirigimos a una catástrofe económica de una magnitud desconocida para cualquier argentino vivo”.
Un discurso que exuda dramatismo y verdad, impregnado de esas verdades que en el límite de la tragedia ya no se pueden ocultar. Plenamente consciente de las dificultades del momento, Milei trata a sus compatriotas como a adultos a los que no se puede ni se debe engañar, algo que, reflejado en el espejo de un país arrasado por las mentiras de nuestro Fraudillo, en la mediocridad de la España hortera y zafia de las Pedroches, es capaz de producir en cualquier demócrata algo parecido a una descarga eléctrica, un torrente de luz, el resplandor de lo limpio, lo valiente, lo corajudo, lo cierto. “En nuestro Gobierno los políticos van a tener que vivir la misma vida que vive el ciudadano común, van a tener que internalizar el resultado y si se mandan macanas, no solo van a sufrir los argentinos de bien, van a sufrir más los políticos. Van a tener que vivir como viven los argentinos de bien. Se les acabó los privilegios. Se les acabó la joda”. Es Javier Milei, un actor en un país de grandes actores, un exagerado sobre la escena de una Argentina siempre exagerada, desgarrada por tanto malvado vendedor de ilusiones, un personaje que ha rodeado su aparición de la llamativa puesta en escena que acompañó al propio Juan Domingo Perón, o a Carlos Menem, un tipo a veces al borde de lo friki, un inesperado “outsider”, pero un personaje cargado con un discurso que auna frescura y solidez con brío, y cuya garra ha sido capaz de embarcar en la aventura de la regeneración a millones de argentinos convencidos de la necesidad de empezar a construir sobre los cimientos de una fortaleza devenida en ruinas por culpa de la rapiña de unos moradores privilegiados, la casta, ese peronismo corrompido hasta la raíz que ahora se niega a rendirse porque pretende seguir exprimiendo la teta amamantadora.
De Milei se han dicho muchas cosas y casi todas malas, con mucha carga peyorativa, algo hasta cierto punto lógico en esta España sometida al bombardeo mediático del Equipo de Opinión Sincronizada, el aparato de agitprop del sanchismo. Anarcoliberal en lo ideológico, estamos ante un liberal clásico en lo económico que sabe que hay que contar con el Estado para determinadas actuaciones, un Estado, sin embargo, al que hay que atar en corto reduciendo drásticamente su tamaño y negándole el derecho a dirigir la vida de los ciudadanos. En realidad, Milei enlaza con la mejor tradición liberal argentina, la que representa Juan Bautista Alberdi, el jurista, economista y político hijo de vascos, considerado como uno de los librepensadores más influyentes del siglo XIX, que fue el autor intelectual, entre otras cosas, de aquella Constitución, la de 1853, que hizo de la Argentina uno de los más ricos del mundo. En el corto plazo, Milei es discípulo de Alberto Benegas Lynch, un brillante economista de la escuela austriaca, miembro de la Mont Pelerin y académico del Cato Institute, uno de los think tanks liberales más importantes del mundo.
Estamos pues, ante un tipo de gran nivel intelectual, nada conservador en lo social, que, por encima del aparente estrambote que destilan algunos de sus tics, tiene muy clara su primera tarea: derrotar a la izquierda allí donde siempre se ha creído fuerte: en el terreno de las ideas. Hacer perder a la izquierda la batalla cultural, liberando las amarras que hoy atan a millones de ciudadanos en todo el mundo, prisioneros de las viejas ideologías colectivistas hoy travestidas de lo woke, el género, el clima y demás mandangas progres. Derrotar a los zurdos y proporcionar una alternativa a un gran país arrasado por décadas de peronismo. Argentina es hoy un enfermo terminal que, en la mesa de operaciones, está reclamando una terapia de choque que le devuelva a la vida mediante un programa de liberalización radical y un ajuste del gasto de caballo. Una terapia que generará costes muy altos en el corto plazo, que causará mucho dolor entre los más débiles, pero que sembrará la semilla de la esperanza en un futuro mejor, de tal forma que si Milei no sigue el camino que tomó Mauricio Macri, si no se acollona como se acollonó Macri, empezará a dar los primeros frutos, a mostrar los primeros síntomas de un crecimiento sano, con la inflación bajo control, en el segundo año de Gobierno.
¿Tiene agallas Milei para aguantar el tirón? Quienes le conocen aseguran que le sobran. La oposición va a ser, está siendo ya, brutal. Este miércoles, la Cámara de Trabajo ordenó la suspensión de la parte del Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) introducido por el nuevo Ejecutivo que afecta a la reforma laboral, tras el recurso de amparo presentado por la peronista Central General de Trabajadores (CGT). Por dos votos contra uno, los tres magistrados del tribunal consideran que no existen “razones de urgencia para eludir la debida intervención del Poder Legislativo en lo que hace a la legislación de fondo”. Milei y su Gobierno son muy conscientes de que al “megadecreto”, así como a la posterior “ley ómnibus” -más de 600 artículos sobre temas que no fueron incluidos en el DNU-, les esperan un calvario en su paso por las Cámaras. La casta ha despertado y se apresta a defender sus posiciones con uñas y dientes. “¿Por qué recrudece el ataque?”, se preguntaba el propio Milei en el más famoso de sus discursos. “Porque creían que esto no iba a pasar –se respondía- y se encontraron con una parte importante de la población gritando libertad, gritan libertad, descubrieron que no quieren ser corderos, descubrieron que se sienten mejor siendo leones… Yo no vine aquí a guiar corderos, sino a despertar leones, y están despertando y se van a comer crudos a los políticos chorros, a los empresarios prevendarios, a los sindicalistas que traicionan a la gente, se van a comer crudos a los medios de comunicación que sirvieron a todos estos chorros para mantener este curro, y se van a llevar por delante a toda esa basura que aboga por la religión del Estado porque cobran de ahí…”
Todos los privilegios de la casta en peligro. Los sindicatos, con mucha menos fuerza de la que alardean; las diversas corrientes del peronismo, todas igualmente corruptas; los grupos de poder empresarial crecidos a la sombra del Estado; la multitud de gente que cobra sin hacer acto de presencia en el puesto de trabajo; las infinitas asociaciones y ONGs financiadas por el peronismo… todo ese mundo se le ha puesto en contra, dispuesto a defender sus privilegios como gato panza arriba. Milei lo tiene muy difícil, cierto, pero tiene algo que se antoja importante, algo que quizá resulte definitivo: el convencimiento de una parte importante de la sociedad argentina de que el peronismo ya no da más de sí, la certeza de que le país ha tocado fondo, que ya no es posible seguir cavando en el mismo hoyo y que es hora de sacar la cabeza y respirar. Argentina, como España, necesita asomarse a la ventana de la libertad, de la libre iniciativa, de la desregulación, del trabajo recompensado y del esfuerzo. ¿Podrá Milei financiar su travesía del desierto? El FMI ha avalado su programa, de modo que no parece que vaya a tener problemas a la hora de refinanciar la deuda. Su ministro de Economía, Luis Caputo –ex JP Morgan, ex Deutsche Bank- es un reconocido financiero, y las acciones de las empresas argentinas que cotizan en USA han experimentado revalorizaciones fulgurantes, un indicador de las expectativas que los mercados han puesto en la “revolución Milei”.
Para los demócratas españoles, Milei es la gran noticia que el aciago 2023 nos trajo bajo el brazo. La gran esperanza teñida de albiceleste. Por primera vez en muchos años, de forma inesperada, el depauperado horizonte de un mundo sumido en guerras y conflictos, azotado por la mediocridad más lacerante, lastrado por la falta de liderazgos, atacado por las termitas nuevas del viejo comunismo totalitario, se topa con un rayo de esperanza, una auténtica revolución cuyo éxito podría marcar un punto de inflexión en el camino trazado que esa izquierda gris empeñada en el decrecimiento y la pobreza para todos menos para ellos, las elites pijoprogres. Una izquierda con vocación de partido único, aliada en España con lo más reaccionario y dispuesta a acabar con cualquier atisbo de oposición, incluso con las libertades si preciso fuere para dar gusto al amo de la frutería. “La Argentina está despertando, hay luz, sí, hay luz porque la gente está despertando, porque descubrió que la esclavitud no es negocio y hay una vida mejor que es la vida en libertad”. No es aventurado pensar que si Milei tiene éxito en el desafío que enfrenta, el futuro será distinto, tendrá mejor aspecto, y el apestoso colectivismo que nos inunda, en Argentina, en España y en tantos otros países, se irá definitivamente por la alcantarilla donde de desaguan los peores instintos de la especie humana. La esclavitud, en efecto, no es negocio. ¡Viva la libertad, carajo!
https://www.vozpopuli.com/opinion/escla ... gocio.html
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“Estos son los primeros pasos para pasar página y dejar atrás de una vez y para siempre el modelo económico de la casta que hunde a los argentinos en la miseria desde hace más de 100 años”. Es el inicio del mensaje que el presidente Javier Milei dirigió a la nación con motivo del fin de año. “El cambio de raíz respecto a este modelo empobrecedor es un compromiso innegociable que asumí con todos los argentinos. Sin embargo, el problema heredado es demasiado profundo. Hablamos de una economía con 15 puntos de déficit consolidado, con una emisión monetaria de 20 puntos del PIB en los últimos cuatro años, con precios pisados artificialmente en energía y transporte por hasta 1/5 de su valor real, con un banco central sin reservas y con una inflación que en las últimas semanas alcanzó el 1,2% diario que anualizado implicaría alrededor del 7.500% anual. Una herencia que condena a la mitad de los argentinos a la pobreza y en particular golpeando a siete de cada diez de nuestros chicos. Se trata de una situación inicial peor que la del año 2001/2002, que fue la peor crisis de nuestra historia. Estamos, por tanto, frente a una situación de emergencia nacional que requiere que actuemos de forma inmediata y contundente con la mayor cantidad de instrumentos posibles. Quiero ser claro en esto: a menos que hagamos lo necesario, nos dirigimos a una catástrofe económica de una magnitud desconocida para cualquier argentino vivo”.
Un discurso que exuda dramatismo y verdad, impregnado de esas verdades que en el límite de la tragedia ya no se pueden ocultar. Plenamente consciente de las dificultades del momento, Milei trata a sus compatriotas como a adultos a los que no se puede ni se debe engañar, algo que, reflejado en el espejo de un país arrasado por las mentiras de nuestro Fraudillo, en la mediocridad de la España hortera y zafia de las Pedroches, es capaz de producir en cualquier demócrata algo parecido a una descarga eléctrica, un torrente de luz, el resplandor de lo limpio, lo valiente, lo corajudo, lo cierto. “En nuestro Gobierno los políticos van a tener que vivir la misma vida que vive el ciudadano común, van a tener que internalizar el resultado y si se mandan macanas, no solo van a sufrir los argentinos de bien, van a sufrir más los políticos. Van a tener que vivir como viven los argentinos de bien. Se les acabó los privilegios. Se les acabó la joda”. Es Javier Milei, un actor en un país de grandes actores, un exagerado sobre la escena de una Argentina siempre exagerada, desgarrada por tanto malvado vendedor de ilusiones, un personaje que ha rodeado su aparición de la llamativa puesta en escena que acompañó al propio Juan Domingo Perón, o a Carlos Menem, un tipo a veces al borde de lo friki, un inesperado “outsider”, pero un personaje cargado con un discurso que auna frescura y solidez con brío, y cuya garra ha sido capaz de embarcar en la aventura de la regeneración a millones de argentinos convencidos de la necesidad de empezar a construir sobre los cimientos de una fortaleza devenida en ruinas por culpa de la rapiña de unos moradores privilegiados, la casta, ese peronismo corrompido hasta la raíz que ahora se niega a rendirse porque pretende seguir exprimiendo la teta amamantadora.
De Milei se han dicho muchas cosas y casi todas malas, con mucha carga peyorativa, algo hasta cierto punto lógico en esta España sometida al bombardeo mediático del Equipo de Opinión Sincronizada, el aparato de agitprop del sanchismo. Anarcoliberal en lo ideológico, estamos ante un liberal clásico en lo económico que sabe que hay que contar con el Estado para determinadas actuaciones, un Estado, sin embargo, al que hay que atar en corto reduciendo drásticamente su tamaño y negándole el derecho a dirigir la vida de los ciudadanos. En realidad, Milei enlaza con la mejor tradición liberal argentina, la que representa Juan Bautista Alberdi, el jurista, economista y político hijo de vascos, considerado como uno de los librepensadores más influyentes del siglo XIX, que fue el autor intelectual, entre otras cosas, de aquella Constitución, la de 1853, que hizo de la Argentina uno de los más ricos del mundo. En el corto plazo, Milei es discípulo de Alberto Benegas Lynch, un brillante economista de la escuela austriaca, miembro de la Mont Pelerin y académico del Cato Institute, uno de los think tanks liberales más importantes del mundo.
Estamos pues, ante un tipo de gran nivel intelectual, nada conservador en lo social, que, por encima del aparente estrambote que destilan algunos de sus tics, tiene muy clara su primera tarea: derrotar a la izquierda allí donde siempre se ha creído fuerte: en el terreno de las ideas. Hacer perder a la izquierda la batalla cultural, liberando las amarras que hoy atan a millones de ciudadanos en todo el mundo, prisioneros de las viejas ideologías colectivistas hoy travestidas de lo woke, el género, el clima y demás mandangas progres. Derrotar a los zurdos y proporcionar una alternativa a un gran país arrasado por décadas de peronismo. Argentina es hoy un enfermo terminal que, en la mesa de operaciones, está reclamando una terapia de choque que le devuelva a la vida mediante un programa de liberalización radical y un ajuste del gasto de caballo. Una terapia que generará costes muy altos en el corto plazo, que causará mucho dolor entre los más débiles, pero que sembrará la semilla de la esperanza en un futuro mejor, de tal forma que si Milei no sigue el camino que tomó Mauricio Macri, si no se acollona como se acollonó Macri, empezará a dar los primeros frutos, a mostrar los primeros síntomas de un crecimiento sano, con la inflación bajo control, en el segundo año de Gobierno.
¿Tiene agallas Milei para aguantar el tirón? Quienes le conocen aseguran que le sobran. La oposición va a ser, está siendo ya, brutal. Este miércoles, la Cámara de Trabajo ordenó la suspensión de la parte del Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) introducido por el nuevo Ejecutivo que afecta a la reforma laboral, tras el recurso de amparo presentado por la peronista Central General de Trabajadores (CGT). Por dos votos contra uno, los tres magistrados del tribunal consideran que no existen “razones de urgencia para eludir la debida intervención del Poder Legislativo en lo que hace a la legislación de fondo”. Milei y su Gobierno son muy conscientes de que al “megadecreto”, así como a la posterior “ley ómnibus” -más de 600 artículos sobre temas que no fueron incluidos en el DNU-, les esperan un calvario en su paso por las Cámaras. La casta ha despertado y se apresta a defender sus posiciones con uñas y dientes. “¿Por qué recrudece el ataque?”, se preguntaba el propio Milei en el más famoso de sus discursos. “Porque creían que esto no iba a pasar –se respondía- y se encontraron con una parte importante de la población gritando libertad, gritan libertad, descubrieron que no quieren ser corderos, descubrieron que se sienten mejor siendo leones… Yo no vine aquí a guiar corderos, sino a despertar leones, y están despertando y se van a comer crudos a los políticos chorros, a los empresarios prevendarios, a los sindicalistas que traicionan a la gente, se van a comer crudos a los medios de comunicación que sirvieron a todos estos chorros para mantener este curro, y se van a llevar por delante a toda esa basura que aboga por la religión del Estado porque cobran de ahí…”
Todos los privilegios de la casta en peligro. Los sindicatos, con mucha menos fuerza de la que alardean; las diversas corrientes del peronismo, todas igualmente corruptas; los grupos de poder empresarial crecidos a la sombra del Estado; la multitud de gente que cobra sin hacer acto de presencia en el puesto de trabajo; las infinitas asociaciones y ONGs financiadas por el peronismo… todo ese mundo se le ha puesto en contra, dispuesto a defender sus privilegios como gato panza arriba. Milei lo tiene muy difícil, cierto, pero tiene algo que se antoja importante, algo que quizá resulte definitivo: el convencimiento de una parte importante de la sociedad argentina de que el peronismo ya no da más de sí, la certeza de que le país ha tocado fondo, que ya no es posible seguir cavando en el mismo hoyo y que es hora de sacar la cabeza y respirar. Argentina, como España, necesita asomarse a la ventana de la libertad, de la libre iniciativa, de la desregulación, del trabajo recompensado y del esfuerzo. ¿Podrá Milei financiar su travesía del desierto? El FMI ha avalado su programa, de modo que no parece que vaya a tener problemas a la hora de refinanciar la deuda. Su ministro de Economía, Luis Caputo –ex JP Morgan, ex Deutsche Bank- es un reconocido financiero, y las acciones de las empresas argentinas que cotizan en USA han experimentado revalorizaciones fulgurantes, un indicador de las expectativas que los mercados han puesto en la “revolución Milei”.
Para los demócratas españoles, Milei es la gran noticia que el aciago 2023 nos trajo bajo el brazo. La gran esperanza teñida de albiceleste. Por primera vez en muchos años, de forma inesperada, el depauperado horizonte de un mundo sumido en guerras y conflictos, azotado por la mediocridad más lacerante, lastrado por la falta de liderazgos, atacado por las termitas nuevas del viejo comunismo totalitario, se topa con un rayo de esperanza, una auténtica revolución cuyo éxito podría marcar un punto de inflexión en el camino trazado que esa izquierda gris empeñada en el decrecimiento y la pobreza para todos menos para ellos, las elites pijoprogres. Una izquierda con vocación de partido único, aliada en España con lo más reaccionario y dispuesta a acabar con cualquier atisbo de oposición, incluso con las libertades si preciso fuere para dar gusto al amo de la frutería. “La Argentina está despertando, hay luz, sí, hay luz porque la gente está despertando, porque descubrió que la esclavitud no es negocio y hay una vida mejor que es la vida en libertad”. No es aventurado pensar que si Milei tiene éxito en el desafío que enfrenta, el futuro será distinto, tendrá mejor aspecto, y el apestoso colectivismo que nos inunda, en Argentina, en España y en tantos otros países, se irá definitivamente por la alcantarilla donde de desaguan los peores instintos de la especie humana. La esclavitud, en efecto, no es negocio. ¡Viva la libertad, carajo!
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