He recibido una carta muy extraña

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No sé si ustedes han recibido alguna vez una carta de un muerto. Sí, de una persona que les escribe una vez ha fallecido. Es muy extraño, pero aún lo es más si a esa persona no la he conocido nunca.

Me cuenta que ha sido muerto (es un hombre) de manera violenta, de un tiro, y que tras pensárselo mucho decide comunicármelo a mí por si me parece bien darlo a conocer. ¿Y yo qué pinto en esto?

Y en esa misiva, algo extensa, me narra los hechos, cosa que no voy a reproducir en su totalidad. Ha sido en esa tierra tan conflictiva y tan conocida del mundo entero por nacer allí el que según los judíos era el Mesías prometido: Jerusalén. Y me dice que está contento de su muerte, aunque deja esposa, hijos, padres y muchos amigos.

Quien le da dado ese tiro mortal, era un soldado del ejército israelí, de ahí su alegría, porque piensa, el buen muerto, que si el tiro se lo hubiese dado un terrorista de Hamás, igual no hubiese alcanzado el cielo, que, al ser su muerte reciente, seguramente se debe estar viendo su historial por si es merecedor o no de tan alta gratificación.

Según me narra el cadáver —y lo hace con buena escritura, por lo que debió ser una persona muy culta— algo que yo no comprendo, que no es lo mismo morir por una bala judía que por una bala palestina, y más si quien la dispara es un terrorista. Muerto por un soldado regular, de un ejército regular, uno de los más potentes y sofisticados, reconocido por medio mundo y en especial por los EEUU de América y Europa, su muerte la da por buena, y la agradece… Yo, que no deseo morir por bala alguna, venga del norte o del sur, de oriente u occidente, no llego a entenderle, pero él, con la experiencia de haber ya muerto debe tener más razón que yo, que estoy vivito y coleando.

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