Despojos de ciudad
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Despojos de ciudad
DESPOJOS DE CIUDAD
El ruido del, motor de la excavadora y los muros desplomándose se oían en todo el barrio. Hacia calor, era mediodía avanzado y en la calle el polvo de los derrumbe se había quedado allí como pegado al suelo. una neblina azulada, mezcla de tierra en suspensión y humedad, hacia imposible ver en la lejanía No se veía a nadie por los alrededores, y la valla enrejada de separación en donde se agarraban a diario los desocupados mirones, estaba solitaria. Solo mi vecino el loco estaba por allí, en una esquina del socavón que iba apareciendo bajo los sótanos del antiguo edificio, lejos de la máquina y mirando, ligeramente encorvado hacia un punto cercano,
Cuando me acerque lo suficiente, pude ver, lo que mi vecino miraba con tanta fijeza. Abajo, en el fondo del talud sobre la tierra, todavía mojada, aparecían dos animales muertos y boca arriba. Uno era conocido, era el enorme gato negro y de pelo brillante que siempre andaba por debajo de, los coches aparcados. El otro era el de un pájaro, de finas plumas y larga cola. Un pájaro grande de enorme pico. El de una Gaviota.
.-¡ Hola vecino que hay de nuevo.-¡
Dije con entusiasmo, pero el loco no respondió, era tanta su fijación y su ensimismamiento, que absorto no me prestó atención, hasta que por fin, al cabo de algunos minutos se volvió para mirarme y decirme.
.- ¡Mi amiga la gaviota se ha muerto.-¡
¡.- ya lo veo vecino, pero es que Ud. la conocía ¡.-
Dije con el insano ánimo de motivarle una nueva y fantástica historia de las que tan a menudo me tenia acostumbrado.
:-¡ Claro vecino. ? acaso Ud. no la conoce ¿ vivía en la caseta del ascensor y cada tarde venia a dormir aquí ¡.-
Nunca había visto a ninguna gaviota posarse por allí. Era verdad que planeaban a veces por las alturas, pero también había y volaban por allí muchas palomas y lo más seguro que mi vecino las confundiera¡.-
.-¡ Vecino escuché sus últimos lamentos. Pude leer sus pensamientos, sin tan siquiera poder ayudarle ¡,-
Soltó de pronto, mi amigo, a lo que seguidamente añadí.
.-¡ ?Que paso, ¿ vecino, cuénteme.-¡
La gaviota ha venido otra vez. Desde hace días planea con su peculiar aleteo por encima del bloque de pisos a medio derruir. Va y viene una y otra vez como queriendo comprender lo que ocurre abajo, pero no lo entiende, su pequeño cerebro que solo sabe de mar, de olas, de pesca, de peces, de anidar y vivir. No entiende porqué en el sitio que desde siempre ha puesto su nido, en donde siempre ha estado su refugio de las noches de lluvia y tormenta su lugar de descanso, está cambiando tanto que se desmorona por momentos. El paisaje ya no es el mismo. Al principio, el monstruo que ruge en la calle y que parece querer devorarlo todo a su paso. Le asustó tanto, que ni siquiera se posó en su sitio de costumbre, allí, sobre la casilla del ascensor desde donde se ve el mar en toda su lejanía y que ahora está mordida y partida por la mitad. Al segundo día, fiel a su cita por su instinto y costumbre, como siempre y desde un principio desconocido para ella, acabó por no entender lo que pasaba. El monstruo aquel que tanto ruge y que tanto fumo despide, no para de morder todo lo que encuentra a su paso. Se ha comido yá parte de la edificación. Y lo que antes eran líneas de calle y una masa que ocupaba un espacio, ahora parece que se han descompuestos y han caído.
. Que el monstruo aquel que todo lo ataca sin piedad, sin que nada lo detenga acabará por destruirlo todo. Detrás, de sus patas rodantes, van quedando, como despojos de cadáveres, de escombros, los cascotes blancos y los hierros retorcidos que se amontonan junto a las pocas paredes que aún, milagrosamente, se mantienen en pie.
Una enorme nube de polvo blanco espeso y maloliente que subió repentinamente hacia las nubes le hizo levantar aún más su vuelo. Seguro que pensaba marcharse, huir de allí y buscarse un nuevo sitio en donde descansar de sus vuelos de pesca pero no sabía a adonde ir porque su memoria, su instinto se acababa justo en las nubes que pasan por encima de lo que conoce y reconoce desde siempre. Aquel era su camino de toda su vida. De sus paradas nupciales y hasta de sus numerosos polluelos que solo conocieron este paisaje de la costa a su nido, del fragor de las olas, a su sitio de reposo en la azotea.
El gato muerto que ve abajo en un rincón junto al árbol herido que le falta una rama, resto de la entrada al bloque de pisos y que posiblemente ha sido aplastado por las rodantes patas del monstruo, es aquel gato negro y gordo que siempre la siguió en sus planeos desde su ventana y la miró con aquella mirada brillante y fija que solo tiene los felinos. acaso con envidia desde su ventana y que la seguía con la mirada en sus planeos y con esa mirada brillante y fija que solo tienen los felinos.
Una nueva oleada de polvo, de tierra, de humo la hace aletear nerviosa y vacilante, gira y gira sin ver donde esta. ha bajado sin ver demasiado al suelo porque una rama de los árboles que marcan el límite de la demolición le roza un ala, quiere remontar el vuelo, alejarse de allí, pero algo duro y con fuerza le golpea en la cabeza y cuando siente por el encuentro de sus plumas en el suelo que va a morir solo acierta a comprender que su vida como el bloque de piso como la del gato ha terminado.
El ruido del, motor de la excavadora y los muros desplomándose se oían en todo el barrio. Hacia calor, era mediodía avanzado y en la calle el polvo de los derrumbe se había quedado allí como pegado al suelo. una neblina azulada, mezcla de tierra en suspensión y humedad, hacia imposible ver en la lejanía No se veía a nadie por los alrededores, y la valla enrejada de separación en donde se agarraban a diario los desocupados mirones, estaba solitaria. Solo mi vecino el loco estaba por allí, en una esquina del socavón que iba apareciendo bajo los sótanos del antiguo edificio, lejos de la máquina y mirando, ligeramente encorvado hacia un punto cercano,
Cuando me acerque lo suficiente, pude ver, lo que mi vecino miraba con tanta fijeza. Abajo, en el fondo del talud sobre la tierra, todavía mojada, aparecían dos animales muertos y boca arriba. Uno era conocido, era el enorme gato negro y de pelo brillante que siempre andaba por debajo de, los coches aparcados. El otro era el de un pájaro, de finas plumas y larga cola. Un pájaro grande de enorme pico. El de una Gaviota.
.-¡ Hola vecino que hay de nuevo.-¡
Dije con entusiasmo, pero el loco no respondió, era tanta su fijación y su ensimismamiento, que absorto no me prestó atención, hasta que por fin, al cabo de algunos minutos se volvió para mirarme y decirme.
.- ¡Mi amiga la gaviota se ha muerto.-¡
¡.- ya lo veo vecino, pero es que Ud. la conocía ¡.-
Dije con el insano ánimo de motivarle una nueva y fantástica historia de las que tan a menudo me tenia acostumbrado.
:-¡ Claro vecino. ? acaso Ud. no la conoce ¿ vivía en la caseta del ascensor y cada tarde venia a dormir aquí ¡.-
Nunca había visto a ninguna gaviota posarse por allí. Era verdad que planeaban a veces por las alturas, pero también había y volaban por allí muchas palomas y lo más seguro que mi vecino las confundiera¡.-
.-¡ Vecino escuché sus últimos lamentos. Pude leer sus pensamientos, sin tan siquiera poder ayudarle ¡,-
Soltó de pronto, mi amigo, a lo que seguidamente añadí.
.-¡ ?Que paso, ¿ vecino, cuénteme.-¡
La gaviota ha venido otra vez. Desde hace días planea con su peculiar aleteo por encima del bloque de pisos a medio derruir. Va y viene una y otra vez como queriendo comprender lo que ocurre abajo, pero no lo entiende, su pequeño cerebro que solo sabe de mar, de olas, de pesca, de peces, de anidar y vivir. No entiende porqué en el sitio que desde siempre ha puesto su nido, en donde siempre ha estado su refugio de las noches de lluvia y tormenta su lugar de descanso, está cambiando tanto que se desmorona por momentos. El paisaje ya no es el mismo. Al principio, el monstruo que ruge en la calle y que parece querer devorarlo todo a su paso. Le asustó tanto, que ni siquiera se posó en su sitio de costumbre, allí, sobre la casilla del ascensor desde donde se ve el mar en toda su lejanía y que ahora está mordida y partida por la mitad. Al segundo día, fiel a su cita por su instinto y costumbre, como siempre y desde un principio desconocido para ella, acabó por no entender lo que pasaba. El monstruo aquel que tanto ruge y que tanto fumo despide, no para de morder todo lo que encuentra a su paso. Se ha comido yá parte de la edificación. Y lo que antes eran líneas de calle y una masa que ocupaba un espacio, ahora parece que se han descompuestos y han caído.
. Que el monstruo aquel que todo lo ataca sin piedad, sin que nada lo detenga acabará por destruirlo todo. Detrás, de sus patas rodantes, van quedando, como despojos de cadáveres, de escombros, los cascotes blancos y los hierros retorcidos que se amontonan junto a las pocas paredes que aún, milagrosamente, se mantienen en pie.
Una enorme nube de polvo blanco espeso y maloliente que subió repentinamente hacia las nubes le hizo levantar aún más su vuelo. Seguro que pensaba marcharse, huir de allí y buscarse un nuevo sitio en donde descansar de sus vuelos de pesca pero no sabía a adonde ir porque su memoria, su instinto se acababa justo en las nubes que pasan por encima de lo que conoce y reconoce desde siempre. Aquel era su camino de toda su vida. De sus paradas nupciales y hasta de sus numerosos polluelos que solo conocieron este paisaje de la costa a su nido, del fragor de las olas, a su sitio de reposo en la azotea.
El gato muerto que ve abajo en un rincón junto al árbol herido que le falta una rama, resto de la entrada al bloque de pisos y que posiblemente ha sido aplastado por las rodantes patas del monstruo, es aquel gato negro y gordo que siempre la siguió en sus planeos desde su ventana y la miró con aquella mirada brillante y fija que solo tiene los felinos. acaso con envidia desde su ventana y que la seguía con la mirada en sus planeos y con esa mirada brillante y fija que solo tienen los felinos.
Una nueva oleada de polvo, de tierra, de humo la hace aletear nerviosa y vacilante, gira y gira sin ver donde esta. ha bajado sin ver demasiado al suelo porque una rama de los árboles que marcan el límite de la demolición le roza un ala, quiere remontar el vuelo, alejarse de allí, pero algo duro y con fuerza le golpea en la cabeza y cuando siente por el encuentro de sus plumas en el suelo que va a morir solo acierta a comprender que su vida como el bloque de piso como la del gato ha terminado.
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Alain Deneault: "Los excesos de la izquierda llevan a la gente a la extrema derecha"
barakarlofi- Mensajes : 3466
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