Oscar Wilde

Citar a Oscar Wilde, posiblemente nos llevará, como escritor, a su “Retrato de Dorian Gray” o a sus obras teatrales “El abanico de lady Windermere”, “La importancia de llamarse Ernesto” y tantas otras, pero, posiblemente también, nos recuerde a sus famosos cuentos, los cuales estoy releyendo últimamente. Es una colección corta y que tiene uno muy especial, desarrollado en España, titulado “El cumpleaños de la Infanta”.

La trama trata sobre una fiesta en honor de la Infanta de España y en ella nos relata, con esa delicadeza y refinamiento propios del autor de Dublín, todo lo relacionado con la Corte de aquellas épocas. A la infanta se le concede ese día que esté acompañada de niños y niñas de su alcurnia, y el relato de los vestidos de unos y otros es muy significativo.

Para la fiesta es llevado un personajillo que les haga reír. Es un pobre jorobado, pequeño y chaparro, deforme casi por completo, que con sus torpes movimientos de baile hace reír a los jóvenes asistentes; y él, en su ignorancia, cree que hace feliz a los niños, y en especial a la infanta que en un momento le sonríe y le lanza una flor.

Cuando los niños son llamados al comedor, el pequeño monstruo feo, deforme, chaparro, jorobado, recorre una parte del palacio, y se sobresalta al ver en una de sus artísticas dependencias a un ser horriblemente feo, un ser estúpido que le mira constantemente e imita sus movimientos, que hace y repite cuanto él hace, y que, para más dolor, también tiene en su mano una flor de igual color a la que la infanta le obsequió. Y siente celos. Y se llena de odio. Y siente ganas de pegarle. Y lo intenta. Pero su mano al golpearle solo golpea con algo frío y duro, y el pequeño monstruo es cuando descubre la existencia, para él desconocida, del espejo, y es cuando descubre lo horrible, deforme, feo, y jorobado que es, y es cuando descubre que los niños, y la amada infanta, pues llega a enamorarse de ella, no reían por sus dotes de bailarín, sino por lo horrible que era, y se lanza contra el suelo y lleno del dolor más doloroso, el dolor del alma, llorando muere.

La infanta, tras el ágape, pide que el enano vuelva a hacerla reír con sus desmañados bailes, y el Chambelán le dice que el enano no volverá nunca más a bailar. A la pregunta de la infanta del por qué, el Chambelán le dice que al feo enano se le ha roto el corazón, y la bella infanta no tiene otra ocurrencia, por la categoría y el orgullo de su estirpe, que ordenar que en un futuro, los enanos que vayan a bailar ante ella para hacerla reír, “no tengan corazón”.


.