El Tarabita - 3ra y última entrega

EL TARABITA TERCERA Y ÚLTIMA ENTREGA

Relatar, contar aquí, todas las anécdotas  vividas en aquella fábrica durante el escaso año que trabaje allí, sería muy largo de contar, y si acaso, cansaría a los lectores, así que dejo sin detallar, y  resumo,  las muchas anécdotas que viví en aquel sitio, reunión de incompletos  mentales.

Dejo sin detalles el día en que al Nervio, uno que tenía una moto le dejo para que se lo guardaba mientras iba al lavabo, el casco y los guantes, y el Nervio se lo vendió a uno que pasaba por la calle.

El Nervio como su mote indicaba era inquieto, y eso él servía para andar por toda la fábrica en busca del vino para el bocadillo de los compañeros, que lo olía como huele el perro a la hembra cuando está  en celo, y botella que veía, se la empinaba, y de un largo trago se la bebía entera,  y lo hacía con tal disimulo, y casi delante de los demás, y nadie se daba cuenta hasta que llegado la hora de comer las botellas aparecía  vacías.

Entonces el Muralla que era extremeño, un tío arándote de casi 1.80 cm de altura y más de 100 kilos, y que le hacía de guardaespaldas al Tarabita, se le ocurrió una idea para que él rapiña de las  bebidas, no lo hiciera más de las suyas.
Compro una botella de vino, la abrió, y metió en ella un puñado de guindillas de maceta, que dicen que son las más picantes, y  guardo la botella unos días para que el vino macerara bien con el picante, después  la dejo como olvidada entre los palets de sacos, y el Nervio cuando la vio, hizo como siempre, se la empino y empezó a tragar, pero cuando iba por media botella empezó a notar el picor y ya no puedo seguir, así que corriendo se fue en busca de la manguera de gua que tenían en la planta, junto al el baño de las piezas acabadas, y allí todo rojo como un semáforo con patas, se la metió toda en la boca,  y empezó a tragar agua como un desesperado por algo que lo quemaba por dentro, mientras los demás en grupo miraba riéndose a carcajadas, y entonces el Nervio al verlos, dejaba, tiraba  la manguera para ir a pegarles, pero no podía seguir, a medio camino el fuego que llevaba dentro le hacía volver al alivio de la  manguera,  y así estuvo en el intento  varias veces, salía corriendo en busca de los otros, pero nunca llegaba a alcanzarlos, pues tenía que volver a beber, por último derrengado, con la barriga como un bombo llena de gua, y agotado por las carreras que se había pegado, se dejó caer y tirado en el suelo y decía,

.- Me ha envenenado,, estoy muerto, traerme una cerveza que me quemo por dentro:_
.- ¿pero cómo vas a estar muerto si estás hablando,? Le decía el Mano
de Piedra.

Seguirá, seguirá, no renuncio a lo que viene después, porque aunque hace años de todo esto, me sigo riendo, de lo mucho y lo bien que lo pase en aquella fábrica, hoy desaparecida