Una visión muy personal y particular de la Sociedad
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Una visión muy personal y particular de la Sociedad
UNA VISION MUY PERSONAL Y PARTICULAR DE LA SOCIEDAD
A veces se quiere escribir, reflejar de algún modo y con cualquier sistema, la imaginación que no cesa. las historias inventadas. Pero no se puede, a veces, la realidad asfixia, deja muda a la inventiva. Se dice que siempre la realidad supera a la ficción, que lo cotidiano a nuestro alrededor es más realista, mejor y más interesante que cualquier película de estreno o historia contada. Y hablemos por ejemplo de los sanguinarios e impactantes telediarios de cada día o de las semanales y seguras listas de accidentes de tráfico. De las miserias, que vemos a diario por las calles. Todo eso, ya no nos impacta, lo vemos tranquilamente y seguimos comiendo o a lo nuestro, como si tal cosa, como algo que va incluido en la lista larga de barbaridades de estos siglos.
Pero es que si acaso nos quejamos o protestamos, siempre hay alguien que justifica lo injustificable. Esta sociedad, conformista, fría e indiferente, siempre tiene su argumento de disculpa, y si nos quejamos de la ciudad y su vida tan antisocial y alineante, de individuos y familias, se nos dice que nosotros la hemos hecho así. Si decimos que el dinero de plástico, hipoteca los ingresos de la familia y que los bancos disponen de sus vidas a los que están sometidos, siempre alguien nos dirá que las tarjetas son cómodas y practicas y que con ellas se administra mejor el dinero. Si vemos con asombro como los Ayuntamientos llegan a los barrios y adueñándose de un terreno municipal, construyen aparcamientos subterráneos, derribando árboles parques y jardines y luego venden esos mismos aparcamientos a los mismos vecinos que se han quedado sin su lugar gratis de la calle, siempre te dicen que es mejor porque así es más cómodo y fácil para dejar el coche. Aunque luego la grúa municipal venga cada día a hacer la vida imposible a los que no pudieron comprarse una plaza de ese aparcamiento. Luego si alguien se quejara en contra de esa grúa municipal, muchas veces ilegal y recaudatoria, le dirán que es útil y necesaria para ordenar el caótico trafico de la ciudad.
Pero algo no encaja en ese conformismo que vive inquilino perpetuo junto con la apatía y que nos envuelve y nos acompaña,y que tiene su significado en la ausencia de felicidad interna. Se nos fue, casi sin darnos cuenta la alegría de antaño, las ganas de cantar al viento. La sonrisa huyo de nosotros y nos dejó el semblante triste. Pasamos por la vida sin mirarnos a la cara como viajeros de una inmenso vagón de "Metro", El refugio, siempre en solitario en las maquinas tragaperras, en las salas de Bingo, en las cervezas, en las drogas y en el alcohol del fin de semana, en las dudosas predicciones de brujos y videntes. Eso es una huida de la soledad, del desarraigo. Es una búsqueda personal e individual de lo que perdemos cada día con nuestra prepotencia, y nuestro creer que somos autosuficientes, de que somos inmunes a la miseria de los inmigrantes, al abandono de nuestros mayores, al olvido de los más necesitados y las necesidades. No es casual que las depresiones, la falta de autoestima, y la tristeza se haya adueñado de personas que tienen motivos sobrados para reír y ser felices. Hay un tremendo error en creer que el coche más moderno, el piso más lujoso, el apartamento en la playa, y la vida aparentemente feliz, llenan y reconforta el espíritu. Cuando nos empeñamos en olvidar que todo eso es conseguido a través del esfuerzo y el sacrificio personal y familiar de aparcar a los hijos desde muy pequeños en las guarderías, de no estar nunca junto a la familia, de dejar olvidados en residencias inhóspitas a los mayores, y de aislarse de los demás.
Ser más humano, relacionarse, comunicarse en fin, así ha de vivirse esta vida con fecha de caducidad. Lo demás, es tener fantasías, metas ilusas, creerse superior. Tratar de subir los peldaños engañosos de los escalafones sociales, para competir, para sobresalir de los demás. No compensa espiritualmente. Porque eso no nos aleja de nuestra realidad personal. Porque aunque nos pese, aunque no queramos admitirlo y nos lo neguemos interiormente, al fin y al cabo, somos simples animales, racionales e inteligentes, con un alma que nos guía, pero animales, perecederos de vida pasante y al fin mortales.
Rocinante
15 Abril de 2002
A veces se quiere escribir, reflejar de algún modo y con cualquier sistema, la imaginación que no cesa. las historias inventadas. Pero no se puede, a veces, la realidad asfixia, deja muda a la inventiva. Se dice que siempre la realidad supera a la ficción, que lo cotidiano a nuestro alrededor es más realista, mejor y más interesante que cualquier película de estreno o historia contada. Y hablemos por ejemplo de los sanguinarios e impactantes telediarios de cada día o de las semanales y seguras listas de accidentes de tráfico. De las miserias, que vemos a diario por las calles. Todo eso, ya no nos impacta, lo vemos tranquilamente y seguimos comiendo o a lo nuestro, como si tal cosa, como algo que va incluido en la lista larga de barbaridades de estos siglos.
Pero es que si acaso nos quejamos o protestamos, siempre hay alguien que justifica lo injustificable. Esta sociedad, conformista, fría e indiferente, siempre tiene su argumento de disculpa, y si nos quejamos de la ciudad y su vida tan antisocial y alineante, de individuos y familias, se nos dice que nosotros la hemos hecho así. Si decimos que el dinero de plástico, hipoteca los ingresos de la familia y que los bancos disponen de sus vidas a los que están sometidos, siempre alguien nos dirá que las tarjetas son cómodas y practicas y que con ellas se administra mejor el dinero. Si vemos con asombro como los Ayuntamientos llegan a los barrios y adueñándose de un terreno municipal, construyen aparcamientos subterráneos, derribando árboles parques y jardines y luego venden esos mismos aparcamientos a los mismos vecinos que se han quedado sin su lugar gratis de la calle, siempre te dicen que es mejor porque así es más cómodo y fácil para dejar el coche. Aunque luego la grúa municipal venga cada día a hacer la vida imposible a los que no pudieron comprarse una plaza de ese aparcamiento. Luego si alguien se quejara en contra de esa grúa municipal, muchas veces ilegal y recaudatoria, le dirán que es útil y necesaria para ordenar el caótico trafico de la ciudad.
Pero algo no encaja en ese conformismo que vive inquilino perpetuo junto con la apatía y que nos envuelve y nos acompaña,y que tiene su significado en la ausencia de felicidad interna. Se nos fue, casi sin darnos cuenta la alegría de antaño, las ganas de cantar al viento. La sonrisa huyo de nosotros y nos dejó el semblante triste. Pasamos por la vida sin mirarnos a la cara como viajeros de una inmenso vagón de "Metro", El refugio, siempre en solitario en las maquinas tragaperras, en las salas de Bingo, en las cervezas, en las drogas y en el alcohol del fin de semana, en las dudosas predicciones de brujos y videntes. Eso es una huida de la soledad, del desarraigo. Es una búsqueda personal e individual de lo que perdemos cada día con nuestra prepotencia, y nuestro creer que somos autosuficientes, de que somos inmunes a la miseria de los inmigrantes, al abandono de nuestros mayores, al olvido de los más necesitados y las necesidades. No es casual que las depresiones, la falta de autoestima, y la tristeza se haya adueñado de personas que tienen motivos sobrados para reír y ser felices. Hay un tremendo error en creer que el coche más moderno, el piso más lujoso, el apartamento en la playa, y la vida aparentemente feliz, llenan y reconforta el espíritu. Cuando nos empeñamos en olvidar que todo eso es conseguido a través del esfuerzo y el sacrificio personal y familiar de aparcar a los hijos desde muy pequeños en las guarderías, de no estar nunca junto a la familia, de dejar olvidados en residencias inhóspitas a los mayores, y de aislarse de los demás.
Ser más humano, relacionarse, comunicarse en fin, así ha de vivirse esta vida con fecha de caducidad. Lo demás, es tener fantasías, metas ilusas, creerse superior. Tratar de subir los peldaños engañosos de los escalafones sociales, para competir, para sobresalir de los demás. No compensa espiritualmente. Porque eso no nos aleja de nuestra realidad personal. Porque aunque nos pese, aunque no queramos admitirlo y nos lo neguemos interiormente, al fin y al cabo, somos simples animales, racionales e inteligentes, con un alma que nos guía, pero animales, perecederos de vida pasante y al fin mortales.
Rocinante
15 Abril de 2002
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